053.- Listados de películas, libros, …, ¿tienen sentido? (1987, 1991 y 2024)

 

Desde hace algún tiempo, se ha generalizado la costumbre de hacer listados de mejores películas, mejores viajes, mejores cualquier cosa. Esta moda, importada como otras muchas, del mundo anglosajón, ha ido calando en medios de comunicación de todo el planeta, más desde que cualquiera puede hacer sus listas propias a través de internet. A mi personalmente no me gusta excesivamente, por diferentes razones. La primera porque es injusto: es imposible haber visto, o haber leído todo lo estrenado o escrito. La segunda, porque depende mucho del gusto y manías del que hace la lista. Y lo tercero porque muy pocas personas tienen el conocimiento necesario para valorar objetivamente la calidad técnica, salvo que se dedique a ello, y los que hacen listas de revistas, en internet, etc., la mayoría son periodistas, o simplemente aficionados al tema. Eso por no hablar de que muchos tienen amigos, conocidos, personas a las que hacer o devolver favores, empresas que te pagan, etc. Por tanto, eso de las listas me parece una pérdida de tiempo que además no deja conforme a nadie (recuerden el circo montado por la última selección de la “prestigiosa” revista Sight and Sound señalando una película de CHANTAL AKERMAN como la mejor de la Historia).

Miren por donde en esta reseña voy a recordar una película que ni siquiera aparece en esa lista de las 250 mejores películas de la Historia, y que no voy a cometer el desatino de decir que para mí es la mejor, porque insisto que hacer eso es imposible para casi todo el mundo, pero sí que se encuentra entre las que más me han impactado, y que cuanto más la veo, más impresionante me parece.

Un hecho sorprendente

            Corría el año 1986. 23 años. Tercer curso de carrera. En mi tiempo de ocio continuaba con mi afición al cine, viendo clásicos en los ciclos que entonces programaba televisión española. En octubre comenzó a emitirse diariamente por las tardes una serie que se convertiría en un auténtico éxito y que también incluía referencias cinéfilas (por supuesto me refiero a Remington Steele), y los fines de semana iba a alguna sala de la ciudad, en esta época con dos amigas. Y seguía comprando de vez en cuando la revista Fotogramas. Precisamente en aquella revista de aquel mes de octubre, la número 1723 (me resulta sencillo dar el dato ya que conservo todas las que compré), me encuentro con un cartel que me llamó poderosamente la atención (el que veis a la derecha). Me llamó la atención porque era una película de un actor del que había visto muchos de sus trabajos, KIRK DOUGLAS, pero sobre todo porque decía “Por primera vez en España, la obra maestra de STANLEY KUBRICK”. No voy a mentir, en aquella época poco conocía del afamado director: me guiaba más por los actores que por los directores. Es más, probablemente en aquel momento no había visto una sola película de KUBRICK. Años atrás recordaba que emitieron en televisión una película de la que solo recordaba a un tipo montado a horcajadas sobre una bomba que era lanzada desde un bombardero a la vez que agitaba un sombrero según se perdía de vista y encima parecía de lo más feliz (lo cual me pareció ridículo y absurdo), y que unos años antes tuvo una película varias semanas sin moverse del TEATRO LOPE DE VEGA con llenos absolutos en todas las sesiones y un tipo con cara de loco y los ojos desorbitados blandiendo un hacha al otro lado de una puerta en la que estaba una chica aterrada. Por supuesto tampoco vi aquella película. Ese era todo mi conocimiento de aquel director. Y claro mirando el año de producción de aquella película, 1957, 29 años antes, me pareció muy extraño que no se hubiera estrenado en España antes. FRANCO había muerto 11 años antes. ¡¡Qué extraño que tardara tanto tiempo en estrenarse!! Por supuesto, tampoco conocía muy bien entonces cómo funciona el negocio de las productoras y las distribuidoras de películas, de modo que perfectamente puede haber producciones que jamás se proyecten en determinados países.

            Pero el cartel da más información: en la parte inferior reza “Una película brutal, polémica, conmovedora”. Eso daba a entender que la censura española del régimen anterior la había prohibido. Por supuesto, había que verla y comprobar a qué se debía aquella tardanza. Pero hacerlo no sería inmediato: aunque en Madrid se estrenó el 13 de octubre de 1986 en la sala ROXY – A de la calle Fuencarral 123 (inaugurada en 1953 y desaparecida en 2012), hasta enero de 1987 no llegó a Valladolid. En el Festival Internacional de cine de San Sebastián hubo una proyección previa, el 18 de septiembre de 1980, en un ciclo de homenaje al director. Eso sí, pude disfrutarla en la sala que más me ha gustado desde siempre en la ciudad (no porque fuera la mejor, que no lo era, pero no sé, será por el entorno, su antigüedad, sus palcos, galerías, etc.): el TEATRO CALDERÓN.

Deprimente realidad

            No recuerdo qué impresión saqué aquella primera vez que presencié esta película. Probablemente no me pareció para tanto, teniendo en cuenta mi edad y la colección de películas que llevaba a cuestas ya por aquel entonces. Creo que también influiría que la vi en versión doblada, y aunque en nuestro país tenemos excelentes dobladores, creo que no es posible apreciar los matices de los intérpretes si no es con su propia voz. Desde el cínico general Broulard (impresionante ADOLPHE MENJOU, en uno de sus mejores trabajos, por más que se cabreara con el director por tener que repetir alguna toma más de diecisiete veces), el cobarde y vengativo general Mireau (un GEORGE MACREADY absolutamente desconocido respecto a otras actuaciones), el breve pero diabólico mayor Saint-Auban (RICHARD ANDERSON componiendo un retorcido fiscal, aunque paradójicamente su futuro se limitaría a la televisión), los aleatoriamente condenados soldados de tropa, el cabo Philippe Paris (RALPH MEEKER, quitado de en medio por su mando superior por “saber demasiado”), el afectado soldado Pierre Arnaud (JOE TURKEL, característico secundario en otros títulos célebres como El resplandor y Blade Runner) y el soldado Maurice Ferol (el imprevisible TIMOTHY CAREY, que fue despedido por Kubrick antes de acabar su papel, sustituido por un doble), hasta, por supuesto, el coronel Dax (un KIRK DOUGLAS en uno de los mejores papeles de su carrera, que ya es decir).

            Suele catalogarse Senderos de gloria como obra cumbre del antibelicismo, junto a Sin novedad en el frente (All Quiet on the Western Front, Lewis Milestone, EE. UU., 1930), otro peliculón, por cierto, ambas enmarcadas en la Gran Guerra. En mi opinión, trasciende ese estrecho marco para convertirse en un muestrario de las peores virtudes del ser humano, cuando tiene el más mínimo reducto de poder sobre otros y se encuentra dentro de un sistema de escala piramidal (o sea, prácticamente cualquier organización o institución en la que haya una jerarquía de jefes y empleados: la política, las empresas, las religiones, el deporte, etc.). Porque, ¿qué película, novela o ensayo sobre la guerra o el ejército que no sea de mera propaganda e interés, no es antibelicista?

            Cuando uno es joven busca, en una película de acción, escenas espectaculares, cuanto más impactantes mejor. Sin embargo, con los años, las personas nos hacemos más reflexivas (bueno, ya sé que siempre hay un porcentaje que se queda en la adolescencia e incluso en etapas previas a la infancia; es inevitable), y valoramos más otro tipo de espectáculos que nos hagan pensar un poco, más críticos, etc. Por supuesto, todo eso que aprendemos, lo podemos utilizar tanto positiva como negativamente (el viejo dicho de sabe más el diablo por viejo que por diablo). Justamente lo que hace el general Broulard: vive su experiencia manipulando, organizando, utilizando a los demás, bajo una aparente amabilidad y cortesía con todo el mundo, sin mostrar su verdadera naturaleza. La acción, para los jóvenes; él disfruta de su estatus en un fastuoso e idílico lugar, ajeno al barro, a lo feo. Y tiene sus títeres, como el general Mireau, al que no dudará en echar a los tiburones si la cosa se pone fea para él. Sin embargo, siempre hay alguien, al menos tan inteligente, sino más, que se percata de todas estas actitudes, y mala suerte, no es comprable: el coronel Dax. Y que además, a pesar de toda la rabia que almacena ante la injusticia, es cauto y logra mostrarte las vergüenzas sin exponerse: el patriotismo es el último refugio de los canallas (¡¡qué grandes frases aparecen por toda la película, y qué vigencia siguen teniendo!!). Dax es el único que, por unos momentos, logra sacar de quicio a Broulard, y que se muestre como es, pero apenas un instante, porque enseguida recompone su pose, no en vano ha llegado tan lejos por algo. Seguramente por eso me ha ido apasionando más con los años que en el primer visionado, más aún después de haber conocido un poco mejor el ambiente militar y constatar que, salvando por supuesto las enormes distancias temporales, ideológicas y circunstanciales, hay aspectos inmutables (hice el servicio militar de 12 meses entre 1990 y 1991).

            Como si de una pieza escénica se tratara, la película está dividida en tres momentos cruciales: la descripción del frente de guerra y el intento de asalto a la colina de las hormigas (prodigioso travelling a lo largo de las trincheras que KUBRICK, perfeccionista hasta la paranoia, reprodujo lo más fielmente que pudo, junto al área de la batalla), el intolerable y patético consejo de guerra al regimiento 701, y el fusilamiento a los condenados. Entremedias, momentos más breves, pero de gran intensidad, como las conversaciones entre militares (Dax y los generales), la última noche de los condenados en los calabozos, y por supuesto, el efímero descanso final antes de volver a ir al frente en una cantina escuchando/obligando a cantar a una prisionera alemana (único destello de humanidad de soldados de todas las edades; momento en el que Dax también aprecia una mínima esperanza ante el horror), uno de los finales más conmovedores de la historia del cine.

            Por supuesto (ya lo sabían DOUGLAS y KUBRICK antes de empezar a rodar: Stanley, no creo que esta película gane ni cinco centavos, pero tenemos que hacerla, comentó el primero al realizador), la película no tuvo aceptación comercial en casi ningún lugar donde se mal estrenó (la gente no quiere ir al cine a pasarlo mal, ni a que le muestren las vergüenzas de sus gobiernos, ejércitos, etc., sino a evadirse, antes y ahora), y causó verdaderas ampollas en determinados países al recrearse parcialmente un hecho real del ejército francés. Francia no la prohibió directamente, pero ninguna distribuidora la quiso comercializar, con lo que, el efecto fue el mismo. De hecho, hasta 1972 no se pudo ver allí (hubo muchas presiones de asociaciones de excombatientes, que veían la película como un atentado contra los valores nacionales), ni en Suiza, Bélgica, Canadá, entre otros muchos países.

En pantalla grande

            Desde aquel enero de 1987 en el TEATRO CALDERÓN, habré visto la película una decena más de veces, y por suerte, la mayor parte en pantalla grande y en versión original (un par de veces por televisión también). Que yo recuerde, en los ciclos de la desaparecida CAJA ESPAÑA (en el salón de actos de la PLAZA FUENTE DORADA 6, hoy Sala FUNDOS), al menos dos veces: la sesión de FILMOTECA nº 42, el viernes 30 de marzo de 1990 a las 19.30 y el jueves 15 de abril de 2010 a las 20.00. Y el 30 de agosto de 2019, la CÁTEDRA DE CINE de la Universidad de Valladolid, la proyecta en el AULA MERGELINA a las 19:30 en una proyección especial en 35 mm., una de las últimas veces que seguramente haya podido disfrutar de este evocador sistema de proyección. La última vez que la he disfrutado en pantalla grande y V.O. fue el 27 de noviembre de 2017, en la sesión 76 del CINE CLUB CASABLANCA VALLADOLID en la Sala 5 de los CINES BROADWAY.

Un par de datos más

            Hay mucha más documentación y anécdotas publicadas sobre Senderos de Gloria, (como la de que la joven alemana que canta en la escena final, CHRISTIANE HARLAN, que KUBRICK conoció por casualidad, se convertiría en su tercera y definitiva esposa; o que varios actores y miembros del equipo eran veteranos militares reales, bien en la Primera o en la Segunda Guerra Mundial), pero no es el objetivo de estas líneas ser exhaustivo. Termino con un par de cosas, que me han llamado la atención. Una de ellas es el origen del título tanto de la película como de la novela del escritor HUMPHREY COBB (1899 – 1944) que proviene de un cuarteto del poema Elegía escrita en un cementerio rural, de THOMAS GRAY (1716 – 1771):

El alarde de la heráldica, la pompa del poder

y todo el esplendor, toda la riqueza que una vez dieron

espera por igual la hora inevitable.

Los senderos de la gloria sólo conducen a la tumba.

Por cierto, el autor de la novela, participó en la batalla de Amiens (Francia) en 1918 mientras servía en el ejército canadiense. Sabía por tanto de lo que hablaba. Ya había fallecido cuando se puso en marcha la película, y KUBRICK compró a su viuda los derechos de la novela por 10.000 dólares.

Qué se siente al otro lado

            En 1991, 34 años después de rodar Senderos de Gloria, KIRK DOUGLAS protagonizó una historia con ciertas similitudes, sólo que esta vez encarnando el general Kalthrob, también durante la I Guerra Mundial. Se trata del episodio 14 de la temporada 3 de la serie Historias de la cripta (Tales from the crypt) emitido en los EE. UU. el 28 de agosto. Uno de los mejores de la serie, por cierto. Dirigido por ROBERT ZEMECKIS (el de Regreso al futuro, Forrest Gump y Contact, entre otras películas) y titulado Yellow (expresión militar despectiva en el ejercito norteamericano para designar a los cobardes; en español lo traduciríamos por “Gallina”), es la historia (breve porque son episodios de una media hora aproximadamente) del teniente Martin Kalthrob, hijo del general, e interpretado por uno de los hijos reales de KIRK DOUGLAS, ERIC DOUGLAS. Forzado por su padre a hacer carrera militar, Martin es un cobarde que no sólo desobedece las órdenes dadas por su padre, sino que es responsable de la muerte de varios de sus compañeros. Pensando que nadie se va a enterar, desafortunadamente para él, alguno sobrevive, y claro el general Kalthrob, tiene el dilema de encubrir a su hijo, o cumplir sus deberes castrenses. En este enlace pueden ver qué sucede, eso sí, en inglés (aunque se entiende bastante bien; hablan poco y las imágenes son harto expresivas).



 

Comentarios

  1. Excelente artículo. Coincido totalmente con éso de hacer listado de mejores peliculas,libros, etc, etc. La película que analiza se tituló " La patrulla infernal" en Argentina.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Recuerdos en una butaca23/2/25, 16:09

      ¡¡¡Muchísimas Gracias!!! Gracias también por el apunte del titulo en Argentina. Supongo que se estrenaría antes que aquí en España (1986)

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

050.- Mi única visita al Cine Alameda (Año 1978)

052.- Los grandes cines de Valladolid.- Cine Avenida (1957 - 1976)

051.- Jesucristo Súperstar, otra primicia en Valladolid (Años 1974, 1983 y 2023)

060.- El coliseo vallisoletano más antiguo

012.- La desaparición del Teatro Pradera (1904 - 1968)

057.- Un minicine en Valladolid (1984, 2024)

049.- Nieve, supervivencia y humanidad (Años 1977 y 2023)

011.- Teatro Cine-Hispania y una sesión de principios de siglo (Año 1919)

064.- Ben Hur (Años 1961, 1980, 1982)

028.- Recordando a Ágata (Años 1977 y 2021)