
Como
comentaba algunas reseñas atrás, mi afición al cine se incrementó en las
numerosas ocasiones en que frecuenté las sesiones dobles (dos películas) de
programación continua (una vez dentro del local, podías ver las películas las
veces que lo desearas hasta que cerraran) del CINEMA DELICIAS, situado
en la calle Carmelo número 5 en el BARRIO DE LAS DELICIAS, que se encontraba
casi debajo de mi domicilio (calle Carmelo número 1). Esto ocurría
fundamentalmente en los meses de las vacaciones de verano, de Navidad o de
Semana Santa, y más esporádicamente durante el curso. A pesar de esa ventaja de
poder ver las películas al menos dos veces, nunca me quedé a un segundo
visionado, porque al ser dos películas, y en bastantes ocasiones alguna de
ellas rondando las dos horas, era habitual que estuviera desde las cuatro a las
ocho de la tarde. Quedarse a ver entera otra vez la primera película, alargaba
la hora de llegada a casa hasta las nueve y media o diez de la noche, y mis
padres no me dejaban llegar tan tarde. Aclaro que siempre iba yo solo (cuando
empecé a salir con compañeros de clase, nos “aventurábamos” a salas más
alejadas del barrio, y tenía más edad; además en los veranos mis amigos se iban
al pueblo, por eso lo de ir solo), y que yo tenía diez u once años solamente.
La posibilidad de poder consultar
los periódicos de aquellos años, me ha permitido comprobar algo que yo
recordaba perfectamente: que fui prácticamente cada vez que cambiaban de
películas. Dependiendo de la semana, había algunas en las que iba hasta dos
veces, porque unas semanas ponían películas nuevas los martes, y volvían a
cambiarlas ese mismo viernes, mientras que la semana siguiente no se cambiaba
hasta el jueves (es decir, las que ponían los viernes aguantaban hasta el
miércoles siguiente). A la siguiente volvía a ser de martes a viernes. Había
por tanto programaciones de tres días (de martes a viernes) que se alternaban
con otras de seis días (de viernes a jueves), y finalmente de cuatro (de
viernes a martes), volviendo a repetirse la misma estructura cíclica. Me lo
sabía de memoria, por lo largo que se me hacía la semana que tocaba desde
viernes a miércoles sin poder ver nada nuevo. El precio no era muy alto, veinte
o veinticinco pesetas (domingos y festivos treinta). Tampoco veía todas, porque
algunas, o no me gustaban, o eran “para mayores”.

Obviamente
no les voy aburrir con cada película que veía. Trataré de ir colocándolas, no
por orden cronológico, sino por alguna circunstancia que sea reseñable o
curiosa, o porque la película tuviera algún interés especial para mí. Hoy nos
remontaremos al 3 de agosto de 1976, martes. Lo que me animó a ir era que se
proyectaba una película “del Oeste”, como decíamos entonces (nos encantaban a
los chicos de entonces porque en televisión echaban muchas, tanto largometrajes
como series). Sin embargo, mi mente de once años, pasó muchas malas noches como
consecuencia de la otra película. Aquella tarde vi La noche sin fin (Endless Night, Sidney Gilliat, Reino
Unido, 1971) y Trinidad y Sartana, dos angelitos (Trinità e Sartana figli di..., Mario Siciliano, Italia, 1972).

Empecemos con “el reclamo”, la que
probablemente me llamó la atención. Por supuesto, con once años yo no tenía ni
idea de que era un spaghetti-western,
aunque ya había visto otro, como comenté en Ya le llaman Providencia.
En televisión no programaban esas películas, por supuesto, porque eran
relativamente recientes, y no “cuadraban” demasiado con la ideología del Régimen. Las películas del Oeste de la tele eran las de aspecto clásico,
pulcras, de personajes intachables, héroes de la cabeza a los pies, nada que
ver con la estética desaliñada, traicionera y vulgar que emanaban este otro tipo
de producciones (antes de que el lector me juzgue equivocadamente, le adelantó,
ya lo comprobarán en otras reseñas futuras, que soy un apasionado del western europeo, pero del bueno, no de
subproductos como el que hoy comento). Como no he tenido la suerte (o la mala
fortuna) de volver a ver nunca esa película, busco, en el momento de redactar
estas líneas, al menos alguna escena en internet. Para desgracia mía
está íntegra (en inglés) en este enlace. Y digo por
desgracia, porque la curiosidad me hace ponerme a ver un rato (dura unos cien
minutos) y es lo que me esperaba: una producción que pretendía sacar partido de
la popularidad y el éxito de dos personajes de otras películas, el simpático Trinidad (interpretado por el célebre en
aquellos años TERENCE HILL) y Sartana
(varios actores lo encarnaron, aunque seguramente los más recordados sean GIANNI GARKO y GEORGE HILTON). En la película que nos ocupa fueron interpretados,
respectivamente, por los menos carismáticos, por no decir totalmente
desconocidos, HARRY BAIRD y ALBERTO DELL'ACQUA (actor italiano que se hacía
llamar ROBERT WIDMARK intentando abrir su escaso recorrido en el mercado
anglosajón). El primero fue un actor de color británico de segunda fila que
trabajó en películas de género y series de televisión, que al poco de realizar
esta película, fue diagnosticado con glaucoma. Sólo pudo hacer otros dos
westerns y un telefilme antes de quedarse completamente ciego. A pesar de todo,
logró rehacer su vida, falleciendo en 2005. Respecto al segundo, aún en activo,
apareció como secundario en varios eurowesterns más (incluido el genuino Le
llamaban Trinidad) e interpretó en dos ocasiones este personaje de
Sartana. Respecto a Trinidad, nada que ver con el personaje de TERENCE HILL;
aquí simplemente se llama así por ser originario de la isla caribeña homónima.
Respecto a su argumento, causa bastante
sonrojo a día de hoy (con razón no se ha vuelto a programar ni a editar en DVD
que yo sepa), rayando en lo verdaderamente infantil, sobre todo en lo que
respecta a los personajes de “los malos”.

Sin embargo, mi pesadilla (nunca
mejor dicho), fue ver la otra película. Se trata de una película británica,
basada en una novela de AGATHA CHRISTIE. Ésta si la he vuelto a ver en DVD, y
la verdad, me sorprende cómo podía ser tan vulnerable psíquicamente (la edad,
evidentemente). Durante muchas noches, a oscuras, en la cama, me era imposible
conciliar el sueño. En la película aparece de improviso (y ya sabemos en las
películas de terror cómo utilizan la música y los efectos de sonido) una señora
que advierte a los protagonistas de que deben alejarse de una propiedad que la
joven esposa del protagonista ha heredado. Pero no era esto lo que me dio
miedo, sino que los objetos de la mansión, las figuras que adornaban la casa
(de estilo moderno, no de esas victorianas; seguramente la posibilidad de que
eso ocurriera con cosas que todos teníamos en casa, porque además la película
tiene una decoración muy de los setenta, como la que teníamos en nuestros
hogares, fue lo que me asustaría), movían los ojos, éstos se alumbraban en la
oscuridad, como si fueran cámaras de vigilancia por todas partes. La tensión
que todos los acontecimientos van creando en el protagonista lo hacen
desquiciar, y acaba asesinando. Pero mejor que la vean, si no la han visto. Es
más, seguro que ni la entendí, porque al final, todo tiene una explicación
racional (cosa que no sucedía con otras, con las que aún lo pasé peor).
La película tuvo muy poco recorrido
comercial. En los Estados Unidos ni se estrenó, dado el fracaso en el Reino
Unido. En cambio, en Italia sí que tuvo sus admiradores. Hay varias curiosidades
que comentar sobre ella. Por ejemplo, que a la propia autora, AGATHA CHRISTIE,
no la gustó un pelo que hacia el final de la película apareciera una escena de
contenido sexual (también aparece completamente desnuda una actriz bajo el
agua, de espaldas, eso sí, y ya cadáver); que al director le gustó más el
título que pusieron a su película en Italia, y manifestó que era mucho mejor
que el suyo (Champagne después del
funeral, sería la traducción al castellano de dicha versión); o que, uno de
los actores secundarios que participan, el gran GEORGE SANDERS, el espléndido
villano cínico en muchísimas de sus
interpretaciones, nunca llegó a verla, porque se suicidó antes de que se
estrenara. ¿Maldición de la película? No, no alucinen sin motivo. Ya en el año
1937 (SANDERS contaba entonces con 31 años), le confesó a su compañero DAVID NIVEN que tenía la intención de suicidarse cuando fuera mayor. En 1972, con 66
años, cumplió su promesa, dejando esta nota: "Querido mundo, me voy porque estoy aburrido. Siento que ya he vivido lo
suficiente. Te dejo con tus preocupaciones en este dulce pozo negro. Buena
suerte". SANDERS tenía una casa en Mallorca en la que disfrutaba cada
vez que podía. Su última esposa (tuvo cuatro en total), hermana de ZSA ZSA GABOR, su segunda esposa, le convenció antes de que se divorciaran de que se
deshiciera de aquella casa. Así lo hizo (después del divorcio) y al poco se
registró en un hotel en Casteldefells (Barcelona). Dos días después, su cuerpo
fue descubierto junto a cinco tubos vacíos de Nembutal.
(Publicado el 17 - 11 - 2020)
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