015.- Aquellos veranos de los setenta (Año 1976)

 


           Como comentaba algunas reseñas atrás, mi afición al cine se incrementó en las numerosas ocasiones en que frecuenté las sesiones dobles (dos películas) de programación continua (una vez dentro del local, podías ver las películas las veces que lo desearas hasta que cerraran) del CINEMA DELICIAS, situado en la calle Carmelo número 5 en el BARRIO DE LAS DELICIAS, que se encontraba casi debajo de mi domicilio (calle Carmelo número 1). Esto ocurría fundamentalmente en los meses de las vacaciones de verano, de Navidad o de Semana Santa, y más esporádicamente durante el curso. A pesar de esa ventaja de poder ver las películas al menos dos veces, nunca me quedé a un segundo visionado, porque al ser dos películas, y en bastantes ocasiones alguna de ellas rondando las dos horas, era habitual que estuviera desde las cuatro a las ocho de la tarde. Quedarse a ver entera otra vez la primera película, alargaba la hora de llegada a casa hasta las nueve y media o diez de la noche, y mis padres no me dejaban llegar tan tarde. Aclaro que siempre iba yo solo (cuando empecé a salir con compañeros de clase, nos “aventurábamos” a salas más alejadas del barrio, y tenía más edad; además en los veranos mis amigos se iban al pueblo, por eso lo de ir solo), y que yo tenía diez u once años solamente.

            La posibilidad de poder consultar los periódicos de aquellos años, me ha permitido comprobar algo que yo recordaba perfectamente: que fui prácticamente cada vez que cambiaban de películas. Dependiendo de la semana, había algunas en las que iba hasta dos veces, porque unas semanas ponían películas nuevas los martes, y volvían a cambiarlas ese mismo viernes, mientras que la semana siguiente no se cambiaba hasta el jueves (es decir, las que ponían los viernes aguantaban hasta el miércoles siguiente). A la siguiente volvía a ser de martes a viernes. Había por tanto programaciones de tres días (de martes a viernes) que se alternaban con otras de seis días (de viernes a jueves), y finalmente de cuatro (de viernes a martes), volviendo a repetirse la misma estructura cíclica. Me lo sabía de memoria, por lo largo que se me hacía la semana que tocaba desde viernes a miércoles sin poder ver nada nuevo. El precio no era muy alto, veinte o veinticinco pesetas (domingos y festivos treinta). Tampoco veía todas, porque algunas, o no me gustaban, o eran “para mayores”.

          Obviamente no les voy aburrir con cada película que veía. Trataré de ir colocándolas, no por orden cronológico, sino por alguna circunstancia que sea reseñable o curiosa, o porque la película tuviera algún interés especial para mí. Hoy nos remontaremos al 3 de agosto de 1976, martes. Lo que me animó a ir era que se proyectaba una película “del Oeste”, como decíamos entonces (nos encantaban a los chicos de entonces porque en televisión echaban muchas, tanto largometrajes como series). Sin embargo, mi mente de once años, pasó muchas malas noches como consecuencia de la otra película. Aquella tarde vi La noche sin fin (Endless Night, Sidney Gilliat, Reino Unido, 1971) y Trinidad y Sartana, dos angelitos (Trinità e Sartana figli di..., Mario Siciliano, Italia, 1972).

         Empecemos con “el reclamo”, la que probablemente me llamó la atención. Por supuesto, con once años yo no tenía ni idea de que era un spaghetti-western, aunque ya había visto otro, como comenté en Ya le llaman Providencia. En televisión no programaban esas películas, por supuesto, porque eran relativamente recientes, y no “cuadraban” demasiado con la ideología del Régimen. Las películas del Oeste de la tele eran las de aspecto clásico, pulcras, de personajes intachables, héroes de la cabeza a los pies, nada que ver con la estética desaliñada, traicionera y vulgar que emanaban este otro tipo de producciones (antes de que el lector me juzgue equivocadamente, le adelantó, ya lo comprobarán en otras reseñas futuras, que soy un apasionado del western europeo, pero del bueno, no de subproductos como el que hoy comento). Como no he tenido la suerte (o la mala fortuna) de volver a ver nunca esa película, busco, en el momento de redactar estas líneas, al menos alguna escena en internet. Para desgracia mía está íntegra (en inglés) en este enlace. Y digo por desgracia, porque la curiosidad me hace ponerme a ver un rato (dura unos cien minutos) y es lo que me esperaba: una producción que pretendía sacar partido de la popularidad y el éxito de dos personajes de otras películas, el simpático Trinidad (interpretado por el célebre en aquellos años TERENCE HILL) y Sartana (varios actores lo encarnaron, aunque seguramente los más recordados sean GIANNI GARKO y GEORGE HILTON). En la película que nos ocupa fueron interpretados, respectivamente, por los menos carismáticos, por no decir totalmente desconocidos, HARRY BAIRD y ALBERTO DELL'ACQUA (actor italiano que se hacía llamar ROBERT WIDMARK intentando abrir su escaso recorrido en el mercado anglosajón). El primero fue un actor de color británico de segunda fila que trabajó en películas de género y series de televisión, que al poco de realizar esta película, fue diagnosticado con glaucoma. Sólo pudo hacer otros dos westerns y un telefilme antes de quedarse completamente ciego. A pesar de todo, logró rehacer su vida, falleciendo en 2005. Respecto al segundo, aún en activo, apareció como secundario en varios eurowesterns más (incluido el genuino Le llamaban Trinidad) e interpretó en dos ocasiones este personaje de Sartana. Respecto a Trinidad, nada que ver con el personaje de TERENCE HILL; aquí simplemente se llama así por ser originario de la isla caribeña homónima.

Respecto a su argumento, causa bastante sonrojo a día de hoy (con razón no se ha vuelto a programar ni a editar en DVD que yo sepa), rayando en lo verdaderamente infantil, sobre todo en lo que respecta a los personajes de “los malos”.

        Sin embargo, mi pesadilla (nunca mejor dicho), fue ver la otra película. Se trata de una película británica, basada en una novela de AGATHA CHRISTIE. Ésta si la he vuelto a ver en DVD, y la verdad, me sorprende cómo podía ser tan vulnerable psíquicamente (la edad, evidentemente). Durante muchas noches, a oscuras, en la cama, me era imposible conciliar el sueño. En la película aparece de improviso (y ya sabemos en las películas de terror cómo utilizan la música y los efectos de sonido) una señora que advierte a los protagonistas de que deben alejarse de una propiedad que la joven esposa del protagonista ha heredado. Pero no era esto lo que me dio miedo, sino que los objetos de la mansión, las figuras que adornaban la casa (de estilo moderno, no de esas victorianas; seguramente la posibilidad de que eso ocurriera con cosas que todos teníamos en casa, porque además la película tiene una decoración muy de los setenta, como la que teníamos en nuestros hogares, fue lo que me asustaría), movían los ojos, éstos se alumbraban en la oscuridad, como si fueran cámaras de vigilancia por todas partes. La tensión que todos los acontecimientos van creando en el protagonista lo hacen desquiciar, y acaba asesinando. Pero mejor que la vean, si no la han visto. Es más, seguro que ni la entendí, porque al final, todo tiene una explicación racional (cosa que no sucedía con otras, con las que aún lo pasé peor).

            La película tuvo muy poco recorrido comercial. En los Estados Unidos ni se estrenó, dado el fracaso en el Reino Unido. En cambio, en Italia sí que tuvo sus admiradores. Hay varias curiosidades que comentar sobre ella. Por ejemplo, que a la propia autora, AGATHA CHRISTIE, no la gustó un pelo que hacia el final de la película apareciera una escena de contenido sexual (también aparece completamente desnuda una actriz bajo el agua, de espaldas, eso sí, y ya cadáver); que al director le gustó más el título que pusieron a su película en Italia, y manifestó que era mucho mejor que el suyo (Champagne después del funeral, sería la traducción al castellano de dicha versión); o que, uno de los actores secundarios que participan, el gran GEORGE SANDERS, el espléndido villano cínico en muchísimas de sus interpretaciones, nunca llegó a verla, porque se suicidó antes de que se estrenara. ¿Maldición de la película? No, no alucinen sin motivo. Ya en el año 1937 (SANDERS contaba entonces con 31 años), le confesó a su compañero DAVID NIVEN que tenía la intención de suicidarse cuando fuera mayor. En 1972, con 66 años, cumplió su promesa, dejando esta nota: "Querido mundo, me voy porque estoy aburrido. Siento que ya he vivido lo suficiente. Te dejo con tus preocupaciones en este dulce pozo negro. Buena suerte". SANDERS tenía una casa en Mallorca en la que disfrutaba cada vez que podía. Su última esposa (tuvo cuatro en total), hermana de ZSA ZSA GABOR, su segunda esposa, le convenció antes de que se divorciaran de que se deshiciera de aquella casa. Así lo hizo (después del divorcio) y al poco se registró en un hotel en Casteldefells (Barcelona). Dos días después, su cuerpo fue descubierto junto a cinco tubos vacíos de Nembutal.

(Publicado el 17 - 11 - 2020)

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