054.- Las películas en blanco y negro (Año 1977)

 

Volvemos al periodo estival. Cada año, el trabajo en la Universidad finaliza más tarde (26 de julio y aún con tareas) lo que, unido a una nueva situación familiar, plantea un verano distinto, y desgraciada e irremediablemente, nunca ya como los pasados. De modo que, si ya añoraba en condiciones “normales” las tardes en el CINE DELICIAS en sesión continua de mi infancia y preadolescencia, en esta ocasión aún más si cabe.

            Repasando la lista de las películas que puedo recordar que disfruté aquellos años setenta del siglo pasado (¡¡cómo suena de rotundo y lejano!!), recaigo en una tontería que tenía por aquellas fechas, y que actualmente se ha generalizado en muchas más personas de toda edad y condición. Una tontería que va unida a una total falta de cultura cinematográfica: la manía a las películas en blanco y negro. No obstante, en estos días, la noticia de la cancelación de algún programa de televisión sobre cine clásico en base a que no desean emitir películas a blanco y negro, de ser cierta (porque uno cada vez puede fiarse menos de lo que se dice por ahí) supera esa calificación de “tontería” para convertirse en un auténtico dislate que retrataría no demasiado bien a quien haya osado esgrimirlo.

            Volviendo a mi experiencia personal, evidentemente hay que conocer el contexto de los chavales de aquel momento. La mayor parte de las familias no tenían aún en sus hogares un televisor a color. En mi caso no apareció hasta el año 1980 o 1981, no recuerdo exactamente. Según leo en internet, entre 1969 y 1972 se realizaron producciones esporádicas en color con cámaras de cine, pero después se emitían en blanco y negro. La primera transmisión en color en España fue el combate de boxeo entre JOE FRAZIER y CASSIUS CLAY en 1971, que duró dos horas y fue emitido a las cuatro de la mañana (no creo que lo viera mucha gente, sinceramente, salvo aficionados a ese deporte; tampoco había demasiados receptores aún). Las emisiones regulares comenzaron con los Juegos Olímpicos de Múnich en 1972. Pero la televisión en color a tiempo completo podríamos decir no estuvo disponible hasta 1977 en la primera cadena y desde 1978 en la segunda, aunque hubo anuncios comerciales en blanco y negro hasta 1978 en ambos canales.

            Recuerdo que mi padre tardó bastante en decidirse a comprar un televisor a color. Aparte del precio (era como cuatro veces lo que costaba uno en blanco y negro), pensaba que no merecía la pena hasta que no hubiera tenido el invento cierto “rodaje”. Y su parte de razón tenía, porque cuando entrabas en algunos bares que tenían televisor “a color”, lo que se veía era lamentable, lleno de puntos blancos, y poca nitidez, por no hablar de aquellos que no sé qué invento utilizaban que todo estaba en tres colores y con unas mezclas horribles, similares a cuando de niños emborronábamos con muchos colores una hoja de papel. El sistema a utilizar tenía la culpa. Tres se disputaban los honores: el alemán PAL, el francés SECAM, y el norteamericano NTSC; cada uno tenía sus ventajas e inconvenientes, como todo en la vida.

 

    En 1974, un televisor a blanco y negro de 20 pulgadas costaba unas 15000 pesetas. En el anuncio que se muestra a la izquierda, de 1979, una televisión a color importaba unas 69500 pesetas, casi cinco veces más.

        Muchos fotógrafos consideran que la fotografía en blanco y negro permite alcanzar una mayor gama de contrastes que la realizada a color, jugando con las sombras y la iluminación, logrando y transmitiendo al espectador muchas más sensaciones y efectos, sobre todo de carácter dramático. Esto mismo ocurre en el cine, y todos podemos recordar que, a pesar de ser un calco escena a escena, Psicosis (Psycho, Alfred Hitchcock, EE. UU., 1960) no tiene nada que ver con la versión Psicosis (Psycho, Gus Van Sant, EE. UU., 1998) “en colores”. Y no porque el segundo realizador sea malo, que no lo es. Tampoco se puede achacar el fracaso de la segunda sólo al color, pero es un factor que influye bastante. El grano de la imagen, el tiempo de exposición, la composición de la imagen, permiten en blanco y negro que nos fijemos en detalles que en color pasan completamente desapercibidos. En color hay mucha información que procesar; en blanco y negro, podemos centrarnos en aspectos más concretos y pasar de lo anecdótico, que directamente no se verá. Por esa razón las películas en blanco y negro son ideales para ciertos géneros. A mi no me apasiona el terror, pero determinadas escenas impresionan psicológicamente mucho más en blanco y negro, transmiten más nostalgia y con ello más inquietud (el terror a base de picadillo, sangre y vísceras es, bajo mi punto de vista, más repulsivo, pero no más terrorífico; de hecho, se olvida más fácilmente, y una vez acostumbrados al asunto, en vez de terror pueden llegar a transmitir incluso hilaridad). Del mismo modo, el cine negro, determinados dramas, etc. son mucho más potentes en blanco y negro. No es difícil enumerar unas cuantas películas “modernas” (ya sabéis que suelo poner comillas cuando quiero tirar de ironía) filmadas en blanco y negro (incluso alguna serie), de modo que dejaremos ese asunto por el momento.

            Por otro lado, y aunque parezca paradójico, la calidad de imagen que muchos “masters” de películas en blanco y negro tienen es tan alta (esto tiene que ver con la calidad de los elementos químicos que se utilizaran cuando se impresionaron) que, al transformarlas a formatos digitales actuales tan potentes como 4K o 5K, presenten una nitidez y perfección de imagen mucho mayores que muchas películas rodadas en color, de las que no se puede extraer más porque los negativos no dan más de sí.

            El caso es que la mayor parte de lo audiovisual que consumíamos diariamente en aquellos años

setenta era en blanco y negro (los tebeos no; esos ya eran mayoritariamente en colores), y seguramente al ir a pasar la tarde al cine, uno no quería más de lo mismo: quería disfrutar de una imagen, un sonido y un color lo más espectacular posible. Desde finales de los años sesenta, la mayor parte de las programaciones de los cines de sesión continua eran de películas a color, pero alguna que otra vez, te topabas con una de las películas, más añeja, en blanco y negro. Ignoro si las distribuidoras las comercializaban más baratas a las cadenas de cines, imagino que sí, salvo para títulos muy célebres. El caso es que la tarde que estoy hoy recordando, la del jueves 11 de agosto de 1977, a la que pertenece la imagen del anuncio en el periódico adjunta, proponía el siguiente programa doble: Oscar: una maleta, dos maletas, tres maletas (Oscar, Edouard Molinaro, Francia, 1967), y El forastero (The Westerner, William Wyler, EE. UU., 1940).

            Recuerdo perfectamente ambas películas: la primera porque me pareció un soberbio tostón (recuerden que en aquel momento yo tenía 12 años), y la segunda era, ¡¡EN BLANCO Y NEGRO!! Sin embargo, superado el cabreo de los primeros diez minutos, bueno, el protagonista era uno de mis actores favoritos, GARY COOPER, y era del Oeste. Aunque no es un western típico, convencional.

            La primera película no la he vuelto a ver nunca, ni por oportunidad, ni porque me haya interesado revisarla. En aquellos años, el cómico francés (aunque de orígenes españoles) LOUIS DE FUNÈS no era un fenómeno mediático (fue un actor de éxito a finales de los cincuenta y principios de los sesenta, sobre todo con la serie de películas del Gendarme Cruchot), aunque aún gozaba de cierta popularidad, sobre todo con una película que también vi una de esas tardes veraniegas y de la que haré una entrada específica. Simplemente adelantar que, los excesivos, reiterantes e histriónicos gags gestuales del actor nunca fueron de mi agrado (tampoco, los de JERRY LEWIS o JIM CARREY, por poner otros dos ejemplos similares). No digo que no sean buenos, ni tengan su mérito; simplemente que a mí personalmente me resultan cargantes e insufribles (seguramente por lo absurdos; yo no veo gente por la calle haciendo ese tipo de gilipolleces). Recuerdo esta película muy teatral (prácticamente todo sucede en una misma casa), basada sobre todo en enredos y malentendidos (justo lo que un chaval de 12 años soportaría bastante regularmente).

            Pasada la hora y media de rigor, sobre las 17.30, comenzaba el objeto de haber asistido al cine aquella tarde. Primeras imágenes, y como indicaba al principio, decepción: era a blanco y negro. Eso sí, de una nitidez espectacular, aunque siendo el excelso GREGG TOLAND el director de fotografía (esto lo he aprendido con los años, porque en aquel momento, no conocía a este operador), es del todo lógico. Tampoco con 12 años tenía ni idea de lo que suponía un director como WILLIAM WYLER; los niños nos fijábamos en los actores exclusivamente.

            Nada más empezar, tras los títulos de crédito, un párrafo típico de las películas añejas nos situaba la acción: Después de la Guerra Civil, Estados Unidos, en pleno proceso de renacimiento, se dirigió hacia el Oeste, donde la tierra era libre. Primero llegaron los ganaderos y con ellos el "juez" Roy Bean, que tomó la ley en sus manos y administró justicia según sus conocimientos. El hecho de que haya dejado su impronta en la historia de Texas es un tributo a su grandeza. Luego, otro ejército, los colonos, se trasladó a su bastión, que araban la tierra y cercaban los campos para brindar seguridad a sus esposas e hijos. La guerra era inevitable, una guerra de la que surgió el Texas de hoy". De modo que parecía la típica película de ganaderos y agricultores, unos buscando pastos y los otros cercando tierras para que no pasaran los primeros. Y aparece el “héroe”, GARY COOPER, atado sobre un caballo, al igual que otros, y un señor mayor, menudo y con barba, que sin mediar dos palabras, declara a todos culpables y ahorca sin miramientos allí mismo a todos, menos al teóricamente protagonista. Casualmente, éste escucha que este “juez”, es un obsesionado admirador de la actriz británica LILLIE LANGTRY, comprobando que el salón-sala de juicios que regenta está repleto de imágenes y recortes de noticias de la citada dama. Entonces el drama deja paso a una especie de comedia de situación en la que el condenado Cole Harden (G. COOPER) se las ingenia para hacer creer al juez Bean que conoce personalmente a la artista y tiene la posibilidad de hacer que venga al pueblo a hacer alguna de sus representaciones, aprovechando que está de gira por los Estados Unidos. Evidentemente mientras mantenga esa mentira, al más puro estilo Scherezade de Las mil y una noches, sabe que sobrevivirá e incluso puede que saque provecho de su estancia allí. A la vez, surge el flirteo con una paisana del lugar (no queda claro si el protagonista se lo toma en serio o sólo trata de pasar el rato). Es decir, nada que ver con una película de acción al uso. Las cosas se van complicando, como ocurre en este tipo de argumentos, y en su última parte, las cosas cambian completamente, volviendo de nuevo el drama, y finalmente la tragedia (no se podía dejar que un juez tan siniestro, por mucho que se nos hubiera mostrado casi como un anciano entrañable, quedara impune) aparece. Da igual que la realidad histórica sea distinta, Roy Bean debía ser castigado, aunque se le permite morir entre los brazos de su adorada Lillie Langtry. Y uno salía del cine contento por haber tenido al final un duelo, por haberse hecho justicia, y que el forastero triunfara, aunque por supuesto no acabara formando una familia con la chica, aunque, en el futuro, quien sabe (excusa para no dejarla compungida porque desde el inicio sabemos que Coop es un busca fortunas de libro).

            Todo muy bonito, con final cuasi feliz, y una película con excelentes momentos que el tiempo ha ayudado a acrecentar junto al mito de gran estrella de Gary Cooper. Sin embargo, si uno se documenta un poco más sobre la génesis de esta película, y paralelamente la vuelve a ver de un modo un poco más crítico, encontrará algunas sorpresas curiosas. 

Un mal momento

A finales de los años treinta, GARY COOPER estaba pasando por un bache profesional tanto comercial como de crítica. Sus últimas películas habían pasado sin pena ni gloria y tenía la sensación de haber perdido su olfato para elegir buenos papeles. De hecho, rechazó interpretar La diligencia (aparte de no convencerle el guion, su caché estaba en 150.000 dólares por película; en esta película de bajo presupuesto se le ofrecía cobrar 3000; todos sabemos lo que supuso finalmente, además de haber podido trabajar con JOHN FORD, con el que nunca coincidió) y Lo que el viento se llevó (no fue el único que pensó que aquel megaproyecto iba a ser una ruina, pero, las cosas no fueron así como todos sabemos). Cuando recibió el guion de El forastero, escrito por cuatro guionistas diferentes, también se negó a participar. Pero en este caso, el productor SAMUEL GOLDWYN le obligó a hacerlo por contrato, lo que los enfrentó seriamente. Las razones de COOP para no querer hacer la película estaban bien justificadas: No se puede hacer un western sin un tiroteo, argumentó, además de indicar que su papel era ridículo, y tenía que velar por su carrera. Ciertamente, después de ver la película, a nadie se le escapa que el verdadero protagonista es el juez Roy Bean, en la, sin duda, mejor interpretación de WALTER BRENNAN de toda su carrera (y mira que participó en películas y en prácticamente todas está soberbio; en ésta consiguió su tercer Óscar al mejor actor secundario). Y mira que era complicado hacer sombra a COOPER; pues bien, en este caso, BRENNAN lo eclipsa completamente. Por cierto, lejos de pensar en una rivalidad, BRENNAN y COOP se conocían desde los tiempos del cine mudo, eran buenos amigos, y participaron juntos en siete películas (dos anteriores a ésta, y cuatro más posteriormente).

Por otro lado, el papel de las mujeres en esta película es completamente anecdótico e irrelevante, aunque una sea el Macguffin que diría Mr. Alfred, y la otra la que proporciona el mechón de pelo falso al protagonista. LILIAN BOND es la primera, una actriz secundaria de apenas una escena en cada aparición cinematográfica, casi siempre sin texto, y DORIS DAVENPORT (1917-1980) la protagonista principal de la película, un caso triste. Solo participó en ocho películas aunque sólo sale en los títulos de crédito en cuatro de ellas entre 1934 y 1940. Como actriz principal participa en ésta (con muy pocos minutos) y otra que se estrenó poco después, pero que rodó anteriormente, de modo que se puede decir que El forastero es su última película. Al poco de terminar el rodaje, sufrió un accidente de automóvil en el que se le aplastaron las piernas, consecuencia de lo cual tuvo que utilizar un bastón durante toda su vida, y por supuesto retirarse del cine. El año anterior había sido una de las actrices puestas a prueba para encarnar a Escarlata O´Hara para Lo que el viento se llevó.  El director WILLIAM WYLER no la quería en su película (al parecer deseaba a todacosta que el papel lo hiciera su esposa MARGARET TALLICHET), pero de nuevo el productor SAMUEL GOLDWYN, el que ponía el dinero, decidió sin contemplaciones. Quizá por estas discrepancias, Davenport fue muy crítica con el guion y con su participación en El forastero, y quizá también por eso Wyler redujo su participación al mínimo posible. En la imagen, una foto de promoción de la película con los tres protagonistas principales.

Una mezcla de realidad y ficción

            En los carteles explicativos iniciales se dice claramente que Esta historia es una leyenda basada en hechos reales y, con la excepción del 'Juez' Roy Bean y Lily Langtry, todos los demás personajes son ficticios. Es cierto que PHANTLY ROY BEAN (1825 – 1903) impartía justicia “a su manera” ya que no tenía ni idea de leyes, pero parece ser que nunca llegó a ahorcar a nadie (aunque sea conocido como el juez de la horca, título en español de la otra popular película sobre este personaje dirigida por JOHN HUSTON). También es falso que bautizara el nombre del pueblo como LANGTRY en honor a su platónica amada. El pueblo existe, ese es su nombre, pero se puso recordando a GEORGE LANGTRY, un ingeniero y capataz que había supervisado a un equipo de trabajo chino que construía el ferrocarril. Tampoco es cierto que Roy Bean muriera en un duelo (lo hizo en su cama después de una borrachera), ni que llegara a conocer a Lillie Langtry. La escribió muchas veces y de hecho recibió respuesta, pero lamentablemente miss Langtry no visitó la ciudad hasta diez meses después de su fallecimiento.

Imagen: foto promocional de la película con Gary Cooper, Lilian Bond (como Lily Langtry; sólo aparece en las escenas finales de la película apenas unos minutos) y Walter Brennan, con uniforme sudista


 Fechas de estreno

          El rodaje de El forastero tuvo lugar en escenarios naturales en el estado de Arizona entre noviembre de 1939 y febrero de 1940. Curiosamente el primer lugar en estrenarse fue en Londres, Reino Unido, el 6 de septiembre de 1940. En EE. UU. la premier fue el 19 de septiembre de 1940 en Fort Worth, Texas. En el resto del país al día siguiente.

En España, se estrenó en Madrid, el 8 de noviembre de 1944 (cuatro años después) y en Barcelona el 22 de enero de 1945. En Valladolid la estrenó el CINEMA ROXY el 21 de julio de 1945, tal y como vemos en el anuncio de la imagen.

        No he encontrado la razón (pasaba con muchas películas, seguramente intereses de las productoras) en el año 1975 se distribuyeron por los cines copias nuevas de la película, y el sábado 10 de enero de 1976, el CINE GOYA la pone en sesión doble y continua durante una semana. Después es el CINEMA DELICIAS del jueves 11 al domingo 14 de agosto de 1977 (cuando yo la veo) el que la programa en nuestra ciudad, para finalmente volver a programarla el CINE GOYA entre el sábado 10 y el viernes 16 de diciembre de 1977. Ese fue el recorrido de esta película en los cines comerciales de nuestra ciudad. El cartel que se utilizó en esta nueva etapa de la película es el que aparece a continuación, bajo el eslogan Vuelve! Gary Cooper.

Quedan otras anécdotas y curiosidades sobre la película, pero lo mejor es, como siempre, verla y disfrutarla. La memoria es traicionera, y en mi mente está la idea de que esta película la volví a ver en pantalla grande, quizá años después, pero por más que he buscado, no he encontrado datos ni información que corroboren ese recuerdo. Por supuesto la he visto en repetidas ocasiones en televisión (TVE la emitió poco tiempo después de haberla visto en el cine, concretamente el sábado 8 de abril de 1978 en la Primera Cadena en el espacio Primera Sesión, de 15.50 a 17.30; posteriormente se eligió como homenaje al fallecimiento del realizador WILLIAM WYLER el 29 de julio de 1981, y una tercera vez el 4 de mayo de 1990 en el espacio Clásicos en Blanco y Negro) y en DVD, porque, a pesar de las limitaciones y licencias que se toma, es una película que sigue siendo agradable de ver y disfrutar (¡¡aunque se rodara en blanco y negro!!).


Comentarios

Entradas populares de este blog

050.- Mi única visita al Cine Alameda (Año 1978)

052.- Los grandes cines de Valladolid.- Cine Avenida (1957 - 1976)

051.- Jesucristo Súperstar, otra primicia en Valladolid (Años 1974, 1983 y 2023)

060.- El coliseo vallisoletano más antiguo

012.- La desaparición del Teatro Pradera (1904 - 1968)

057.- Un minicine en Valladolid (1984, 2024)

049.- Nieve, supervivencia y humanidad (Años 1977 y 2023)

011.- Teatro Cine-Hispania y una sesión de principios de siglo (Año 1919)

064.- Ben Hur (Años 1961, 1980, 1982)

028.- Recordando a Ágata (Años 1977 y 2021)