026.- Grease, un fenómeno social (Año 1978)


           El curso escolar 1978 – 1979 se presentaba distinto. El año anterior había entrado en el Colegio San Juan de Ávila, el “Instituto”, en la calle Mariano Miguel López (hoy Celtas Cortos) en el BARRIO DE LAS DELICIAS, para cursar 7º de EGB (Enseñanza General Básica; la Ley General de Educación de 1970, vigente de 1975 a 1990, establecía la enseñanza de forma obligatoria hasta los 14 años cursando ocho cursos de EGB, al final de los cuales obtenías el título de Graduado Escolar. Después elegías entre tres años de BUP, Bachillerato Unificado Polivalente, y el COU, Curso de Orientación Universitaria, o bien cinco curso de FP, Formación Profesional, para aquellos que teóricamente iban un poco flojos en los estudios, o sencillamente querían ponerse a trabajar cuanto antes; no obstante acabada la FP había posibilidades de acceder también a estudios superiores y universitarios). Hasta entonces había estudiado en el Colegio Llamas en la calle Olmedo, un centro en el que  los alumnos de todos los niveles (desde párvulos a 6º de EGB) se repartían en tres únicas aulas (obviamente una de ellas exclusivamente para preescolar).

            El cambio de un ambiente más o menos “familiar” de aquel colegio, al de un instituto con tres aulas por curso, cada una con más de cuarenta alumnos, no fue sencillo, máxime cuando me tocó la clase de los repetidores, todo chicos (tampoco traumática, todo hay que decirlo; como si fuera una “mili”, te acababas acostumbrando y adaptando, por la cuenta que te tenía), aunque había clases mixtas. Recuerdo muchas anécdotas, muchas gamberradas, muchos compañeros, algunos de los cuales, desgraciadamente nunca he vuelto a ver desde entonces (siguiendo con la sinceridad, a algunos, muy pocos, mejor haberlos perdido de vista). Pero el siguiente curso, en el que acabaría la EGB, uno se sentía ya plenamente integrado, y con suficiente “callo” como para “disfrutar” más que el curso anterior.            

            La convivencia en los recreos, a veces no era un lecho de rosas, ya que estaba todo el alumnado a la vez en el mismo patio (ningún curso podía salir a la calle entonces), y había grupos cuyo mayor entretenimiento consistía en hacer la vida imposible a otros chicos. Yo afortunadamente no fui blanco de ninguno de ellos, pero realmente en muchos casos se pasaban bastante. En definitiva, que, como todos sabemos por experiencia propia, sufrida o vista, el bullying desgraciadamente no es un fenómeno nuevo. Pero la relación entre chicos y chicas de tan distintas edades también tenía su parte positiva, en cuanto a intercambio de aficiones (algunas no del todo saludables, como podían ser los cigarrillos). Entre ellas, la música. Hasta donde me llega la memoria fiable, es en esta época (sobre los trece años) cuando me empieza a interesar. Muchos compañeros (compañeras sobre todo) “tuneaban” sus cuadernos, libros, estuches, etc., con fotos y pegatinas de sus cantantes favoritos, la mayor parte suministradas por la célebre revista Súper Pop (tampoco disponíamos de una propina para mucho más), cuyo primer número apareció en 1977. Aún conservo algunos números de esa revista de aquellos años, pero obviamente a mí las pegatinas me traían al fresco: mi interés eran las letras de las canciones en inglés, y los acordes de guitarra para acompañar las canciones.

            Esta larga introducción viene al caso porque desde que comenzó aquel curso, los más enterados no hacían más que “darnos la vara” con el próximo estreno de la nueva película de JOHN TRAVOLTA. Muchos compañeros, los que iban ya de discotecas los fines de semana, estaban muy puestos en los pasos del actor/cantante/bailarín en Fiebre del sábado noche. Pero aquella película era para mayores de dieciocho años por lo que nunca la vi en una sala comercial (afortunadamente, porque con los años, vista por televisión, me pareció una monumental horterada, sólo salvable, en efecto, por la música). Además, en nuestro instituto había algún profesor al que le iba lo del baile, y al parecer, según contaban, no se le daba nada mal el emular a Tony Manero.

           Total, que había expectación por el estreno de Brillantina (así se intentó promocionar en los medios de comunicación y en la publicidad, aunque el título no prosperó, acabando siendo universalmente conocida como a día de hoy: Grease). En los Estados Unidos la película tuvo una gran premiere en el mítico Studio 54 de Nueva York el martes 13 de junio de 1978, aunque su estreno público fue el viernes 16 de junio, antes del verano, de modo que se tenía cierta información, y muchas imágenes sobre la misma con las que las revistas como la citada antes bombardeaban a los lectores.

           En todas las referencias al estreno en España he visto que se indica que tuvo lugar el lunes 25 de septiembre. Sin embargo, consultada la hemeroteca de varios periódicos de distintas ciudades, lo más temprano que he comprobado que aparece es el miércoles 27 de septiembre en dos salas de Sevilla.  En Madrid no lo haría hasta una semana después, el lunes 2 de octubre de 1978. Si algún lector conoce con más exactitud el dato, puede hacérnoslo llegar (fecha y lugar).

            En Valladolid, salvo en contadas ocasiones, siempre a remolque de este tipo de cosas, se estrenó en el CINE VISTARAMA el jueves 5 de octubre, y se mantuvo en cartel hasta el miércoles 8 de noviembre, cinco semanas, lo cual no era tampoco usual, porque salvo en sonadas ocasiones (que hubo algunas), los estrenos permanecían dos semanas como mucho, pasando a otra sala de la misma empresa una semana más. En este caso, Grease no se volvió a proyectar hasta pasado bastante tiempo. Que yo recuerde, fue la segunda vez que estuve en el VISTARAMA (véase la primera), aunque con los años, por supuesto, disfrutaría aquella sala muchas veces más.

Curiosidades y críticas

            Por supuesto, todo el mundo estuvo encantado con la película (muchos fueron más de una vez a verla), las letras de las canciones del dúo TRAVOLTA-OLIVIA circulaban de clase en clase y algunos hasta nos compramos la casette o el vinilo original. Por cierto, al ser de doble duración, dependiendo de dónde la reprodujeras, la cinta se ponía dura y si no tenías cuidado, te la cargabas con suma facilidad (¡¡y costaba una pasta!!).

En aquellos años la Grease-manía alcanzó cotas elevadas entre la gente joven de todo el mundo. Se imitaba el aspecto de los protagonistas, los gestos, los bailes,... Hasta se comentó que los peluqueros agradecieron la moda que llevó a miles de jóvenes a cortarse las melenas que perduraban de la época Beatle.

A pesar del éxito, las críticas de los especialistas cinematográficos del momento no fueron en su mayor parte tan comprensivas. Se dijo de ella que era una obra menor, con un argumento repleto de tópicos (muchos inventados y fuera de época), todo muy cursi, blandito (dulcificando hasta lo pegajoso los escasos momentos un poquito dramáticos, como la carrera de coches en el canal en el que se pone a prueba el tópico juego adolescente del “gallina”, plagiado directamente de otras conocidas películas), hasta se pusieron a caldo canciones y coreografías calificándolas de modestas y poco ambiciosas. Por supuesto se cebaban con TRAVOLTA y su inexplicable éxito, mostrándose algo más benévolos con las actrices femeninas, sobre todo la secundaria STOCKARD CHANNING (Rizzo, en la película), única que resulta airosa en un papel antipático, aunque acabe inexplicablemente “derrotada  por la cursilería y el amor convencional” (PEDRO CRESPO en la crítica de ABC, aunque la que hizo FRANCISCO UMBRAL en EL NORTE DE CASTILLA es aún más demoledora). Pero es que la crítica del resto del mundo, la norteamericana incluida no la puso mejor: la llamó “comida basura visual” (The Today Show), “tendría que haberse incluido en la página de necrológicas; ha sido rodada por una panda de memos que no tienen ni la menor idea de lo que es una cámara, con una banda sonora atroz” (Daily News), “klutzburger, chapuza” (término inventado por el propio film) (The New Yorker).

Volviendo a nuestro país, ciertamente, JOHN TRAVOLTA y sus personajes en estos dos musicales, no caían bien entre los “mayores” de la sociedad española de la transición, por lo que de maleducado y desafiante pueda sugerir (apenas nada a poco que echemos un vistazo a otros “rebeldes” pasados y posteriores). También es cierto que como actor es bastante limitado (lo ha seguido demostrando a lo largo de toda su carrera en la que apenas ha destacado, más por mérito de los realizadores que lo han dirigido que por su talento), pero no podemos negar que fue el perfecto recurso comercial que necesitaba la decadente industria yanqui del cine de aquel momento (la película costó seis millones de dólares, y solo en su primer fin de semana en Estados Unidos ya había recaudado nueve millones de dólares;  su recaudación total superó en todo el mundo los 400 millones de dólares). La juventud mundial hizo de la película su referente, se identificaron con los personajes (con todo lo que de superficial tiene esto: se pasó del compromiso y rebeldía de la juventud de los sesenta y setenta, al conformismo, al todo me da igual, sólo quiero diversión por un rato, aunque sea de plástico, y lo sepa, actitud que con los años hemos amplificado, social y cinematográficamente)

A día de hoy, con la perspectiva del tiempo, Grease evoca nuestra añorada juventud, con unos cuantos videoclips bien montados, y poco más (les adelanto, por las sucesivas entregas, que el musical no es precisamente el género cinematográfico que más me entusiasme, y no lo he frecuentado en consecuencia demasiado en salas de cine). Si vamos al musical original Grease estrenado en un teatro de Chicago en febrero de 1971, podremos comprobar que el único parecido es prácticamente el título, cambiando una interesante propuesta (que en la actualidad se sigue representando) por el blockbuster que ya hemos comentado.

Existe una abundante bibliografía sobre los pormenores del rodaje, anécdotas de los actores, su elección, etc., sobre la que no incidiré por conocida. Cerrando de nuevo con la historia que relaté al principio, un par de cursos después, hubo un conato de programación de películas en el Colegio San Juan de Ávila, en el enorme salón de actos de la última planta que había en aquellos años, posteriormente reducido para hacer nuevas aulas. Una conocida empresa de la ciudad alquilaba proyectores, películas y personal técnico en Súper 8. Para la inauguración, decidieron proyectar Grease (en realidad una selección de escenas, de aproximadamente una hora, no la película entera, ya que aún estaba reciente su estreno). La directora y varios profesores asistieron en un abarrotado salón de actos, y estaba claro que no sabían de qué iba la cosa porque salieron un tanto mosqueados ante el jolgorio general. De modo que se reprodujo en realidad uno de los momentos de la película, sólo que en ésta, las profesoras del centro Rydell, uniéndose al cachondeo general del film, se acababan contagiando del espíritu de la brillantina, y en nuestro centro, la cosa no pasó a mayores, que yo sepa, pero no hizo ni pizca de gracia. Las escasas películas posteriores que se proyectaron, no dudo que fueron cuidadosamente seleccionadas.

(Publicado el 14 - 12 - 2021)




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