025.- El Cid (4).- El estreno y la restauración (Años 1961, 1983 y 1993)

        La presencia de una estrella tan mundialmente conocida como era CHARLTON HESTON no podía pasar desapercibida, como vimos en las anteriores reseñas en Torrelobatón, Valladolid y Burgos (por supuesto tampoco en el resto de localidades españolas en las que estuvo). Unos días antes de su visita a Burgos (que recordemos fue el viernes 21 de abril de 1961, véase la anterior reseña sobre el tema), concretamente el 17 de abril, redacta una carta a MIGUEL DELIBES desde Madrid (seguramente se la escribió o retocó alguien pues está en un castellano perfecto), por una parte agradeciéndole el que le regalara algunos de sus libros (entre ellos la edición americana de uno de ellos), y por otro disculpándose por no haber coincidido en persona en Torrelobatón. La carta original forma parte de la exposición Delibes, conmemorativa del centenario del nacimiento del escritor y que hemos podido disfrutar en nuestra ciudad durante cinco meses.

        La familia HESTON embarcó como tenían previsto el sábado 22 de abril desde Cherburgo a los Estados Unidos. Pero el actor no tardaría en volver a España.

Estreno de El Cid

         El estreno mundial de la película con la presencia de actores, director y demás parafernalia tuvo lugar el 6 de diciembre de 1961 en el Metropolitan Theatre de Londres. No obstante la película se había estrenado en salas en Italia el 24 de octubre, y dos semanas después, se estrenó internacionalmente. En la Gran Vía de Madrid, el miércoles 27 de diciembre el Cine Capitol organizó un gran evento con la presencia de varios actores (CHARLTON HESTON entre ellos), el director ANTHONY MANN (acompañado de su entonces esposa SARA MONTIEL, que recordemos se barajó como posible Doña Jimena en algún momento) y otras celebridades y autoridades, que abarrotó los aledaños de público en medio de una gran expectación. Sin embargo, la película no obtendría los permisos necesarios para su exhibición nacional hasta el 19 de enero de 1962 (el Acta favorable de la Junta de Censura se había redactado el 20 de diciembre de 1961, después de que se hubieran realizado algunos “cambios”, a sugerencia de dicha Junta; no fueron excesivos, aunque sí bastante ridículos, como acortar besos, eliminar alguna frase, y tonterías del estilo). Pero BRONSTON deseaba, buscando la mayor repercusión posible, que la película fuera declarada “de interés nacional”, lo que logró el 30 de enero de 1962, después de una ardua pelea con las instituciones del régimen.

         En nuestra ciudad, el TEATRO CALDERÓN la estrena el sábado 27 de enero de 1962 (como vemos en el recorte de ese día de EL NORTE DE CASTILLA, en esa época se anuncia como GRAN TEATRO CALDERÓN); en Barcelona será el lunes 26 de febrero de 1962.

       La película tuvo una repercusión y un éxito internacional realmente espectacular (sólo en el primer año recaudó 35 millones dólares y un año después 50, cuando su coste se estimó en 12 millones de dólares), pero en nuestro país, algunos sectores, en uno más de los sonrojantes ridículos que aún hoy practicamos, realizaron ataques furibundos y desmedidos sobre la exactitud histórica, sobre las licencias tomadas, etc., al que incluso se sumó un ultra-católico diario francés. El propio RAMÓN MENÉNDEZ PIDAL, la mayor autoridad cidiana mundial en aquel momento, tuvo que remarcar lo obvio: tan lícita y tan exacta es la película como el mismísimo Cantar del Mio Cid, que se toma tantas o más licencias sobre la figura del adalid castellano. Tampoco faltaron las reflexiones de reconocidos pensadores conservadores (JULIÁN MARÍAS, GONZALO SÁENZ DE BURUAGA en el ABC, entre otros) poniendo algo de cordura ante tanta majadería. Si tuviéramos una mínima formación audiovisual (que deberíamos aprender desde la escuela, dado que diariamente desde que nos despertamos estamos asediados por imágenes, y ni sabemos analizarlas, ni siquiera valorar la calidad ni mucho menos sus mensajes, tanto directos como subliminales), sabríamos distinguir entre géneros, o entre productos de simple entretenimiento y otros de mayor interés estético o didáctico. No podemos exigir a una película comercial el rigor de un tratado o una tesis doctoral, pero sí debemos apreciar la potencial información que nos suministra. Luego ya indagaremos y profundizaremos si lo deseamos. De lo que no cabe la menor duda es de que conocemos más detalles de los personajes históricos norteamericanos y de su cultura, por poner un ejemplo, que de la mayor parte de los vernáculos, y eso es gracias al cine y los medios de comunicación. No voy a enjuiciar si eso es bueno o malo, que cada cual lo haga según su forma de pensar, pero demuestra la enorme capacidad de lo audiovisual para transmitir información (y para manipularnos también). Nadie (o muy pocos) fuera de nuestras fronteras sabía quién era Rodrigo Díaz de Vivar. Esta película (mejor o peor, de nuevo que cada cual opine) lo internacionalizó.

            Lo que es indudable fue la repercusión popular de la película, y que estaba en boca de mucha gente (un trending topic de la época). En Madrid, por ejemplo, en la Cabalgata de Reyes, el 5 de enero de 1962, una comitiva del Vespa Club de España, ataviados en plan medieval, aprovechan la exhibición de la película para pasar por el cine donde se estrenó, como vemos en la imagen localizada en internet, lo que redundaría en la promoción de ambos, el Vespa Club y la propia película. En nuestra ciudad, un vehículo con los carteles de la película, fue regalando entradas a la vez que megáfono en mano, iba recorriendo diferentes calles; en la foto a su paso por el Paseo de Zorrilla, jinetes a caballo incluidos (foto tomada del grupo Valladolid: recuerdos e infancias de Facebook).


             Hace poco se ha rodado una serie española sobre el mismo personaje (El Cid (primera temporada 5 episodios (2020); segunda temporada, 5 episodios (2021)), y como ocurrió con el estreno de la película, numerosas voces la han puesto literalmente a parir, comparándola, ridiculizándola ante la película. Seguimos sin aprender. Es perfectamente lícito que cualquier productora, cualquier realizador, etc., plasmen su visión sobre el personaje y la sociedad del momento, al igual que se ha hecho múltiples veces a lo largo de la historia del Cine. Después, cada cual, argumentando sus razones, preferirá una u otra, con libertad. Las comparaciones son odiosas, como sabemos. Pero es que, en casos como éste, es absurdo comparar. Son distintos medios (cine vs televisión), distintos tiempos (años sesenta vs año 2021), distintas tecnologías (celuloide vs digital), distintos presupuestos, distintas sensibilidades, etc. No es justa ni licita la comparación. Yo prefiero, por diferentes razones la película, y la considero de mayor calidad cinematográfica. Pero debo respetar otros puntos de vista, aunque no los comparta. Y puedo equivocarme, o estar mi pensamiento ligado a mi edad y mis recuerdos. En fin, que cada cual recapacite.

          El 11 de septiembre de 1983 volví a disfrutar de El Cid en pantalla grande, de nuevo en el CINE DELICIAS (a esa fecha pertenece el recorte que se incluye). La película ha tenido en la ciudad un recorrido muy amplio: prácticamente todos los cines la recuperaban cada cierto tiempo (por supuesto hablo de los dedicados a reposiciones, aunque alguno de estreno la volvió a emitir en periodos señalados, como veranos, vacaciones, etc., y siempre con gran afluencia de público de todas las edades. En el año 1988, la edición 33 de la SEMINCI dedicó uno de sus ciclos al cine de SAMUEL BRONSTON. El 23 de octubre de 1988 proyectó El Cid, con la presencia del propio SAMUEL BRONSTON a sus 80 años. A los dos días dio una rueda de prensa, en la que se mostró profundamente agradecido por tal homenaje.

La restauración

        La aparición de los videos domésticos permitió a los aficionados en los años ochenta del siglo pasado disfrutar de las películas desde sus casas, a pesar de la evidente mediocridad que tenían en imagen y sonido. Aún peor sucedió con las películas rodadas en formatos panorámicos, cuya edición en video no los respetaba en la mayor parte de los casos. Concretamente El Cid tardó mucho en salir editada, seguramente por culpa de los derechos de autor, muy repartidos en este tipo de coproducciones. Pero es que cuando salió, el resultado era pésimo, muy lamentable, como los de otras superproducciones rodadas en España. ¿La razón? Los propietarios españoles de los derechos tenían copias de mala calidad, y tampoco invertían mucho en lanzar sus productos. Total, si los que nos quejamos somos cuatro tiquismiquis.

            En 1990, varios directores de cine crearon The Film Foundation, una organización sin ánimo de lucro, cuyo propósito es preservar material fílmico, recuperarlo, restaurarlo y volver a exhibirlo. El material con el que se rodaban las películas se deteriora muy rápidamente, tanto por el uso como por su almacenamiento (los productos químicos de que se componen, desaparecen). Más de la mitad de las películas rodadas en los Estados Unidos antes de 1950 se han perdido para siempre, y sólo queda un 10% del anterior a 1930. Imaginémonos en países como España. En Europa se han ido creando filmotecas públicas, pero en Estados Unidos, se han tenido que movilizar intelectuales y personalidades con iniciativas de este tipo. El impulsor fue MARTIN SCORSESE, que desde 1980 estuvo dedicando parte de su capital, tiempo y esfuerzo a concienciar sobre el problema. A fecha de hoy han recuperado más de 800 películas, entre ellas, El Cid.

            El Cid es una de las películas favoritas de este director, que la ha calificado como “una de las más grandes películas épicas jamás creadas. El sentido de la composición de ANTHONY MANN, su uso del espacio y sus gráciles movimientos de cámara dan vida a un tapiz antiguo donde la transformación de un hombre común en una leyenda se convierte casi en una experiencia mística”.

SCORSESE y Miramax Films adquirieron los derechos de distribución de la película en Norteamérica. Al mismo tiempo, dos empresas francesas se habían unido para la restauración de la película, utilizando los negativos originales, que habían sido almacenados en Londres. Utilizando métodos similares a los que se emplearon en la restauración de Lawrence de Arabia, los restauradores de El Cid lograron resultados impresionantes. La calidad del sonido en la nueva impresión es impecable y, en su mayor parte, la imagen es mucho mejor de lo que se podría esperar razonablemente de una película rodada treinta y dos años antes. La nueva copia restaurada de 182 minutos también incluye sonido Dolby Stereo remezclado, incluyendo la música que se empleaba en salas durante el intermedio, nunca antes utilizada junto a otros temas musicales, así como muchas "correcciones" de color. El espectacular resultado queda sin embargo minimizado al no poder disfrutarse en pantallas adecuadas. El propio CHARLTON HESTON declaró tras el estreno de la restauración que El Cid es una de esas películas en las que es necesario las dimensiones de una pantalla grande para poder apreciar el esfuerzo y trabajo que hicieron tantos profesionales. Paradójicamente, una película rodada con unas imágenes y decorados grandiosos adrede para ser disfrutada plenamente en grandes pantallas, hoy sólo puede verse en pantallas domésticas.

El estreno de la restauración tuvo lugar el jueves 10 de junio de 1993, inaugurando el AFI Fest en Los Ángeles (AFI son las siglas del American Film Institute). Se anunció como “restaurada y alargada”, pero sólo fue cierto lo primero, porque por ninguna parte aparecieron los 16 minutos adicionales de metraje inéditos.  La película se mantuvo en sus 180 minutos, exactamente como lo hizo cuando se estrenó en diciembre de 1961, con una primera parte de 115 minutos y una segunda de 65 minutos.

CONTINUARÁ ...

                                              (Publicado el 23 noviembre 2021)


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