023.- Sabor Agridulce (Año 1977)
No siempre el recuerdo que se guarda de determinadas veladas de cine es agradable, bien sea porque la película no cumpliera las expectativas o por algún hecho que sucediera aquel día. La tarde del jueves 21 de julio de 1977 (echo la cuenta y me parece imposible, ¡¡hace 44 años!!) quedó grabada en mi mente durante mucho tiempo, tanto que aún hoy recuerdo perfectamente imágenes y argumento de ambas películas, sin haberlas vuelto a ver (bueno, una de ellas, sí). En lo que duró la proyección, la sensación fue contradictoria: una de las películas me horrorizó (en lo que significa textualmente el término), y la otra me encantó. Afortunadamente el tiempo me ha permitido poner cada una en su sitio.
Yo ya había tenido malos ratos con películas “de miedo” que echaban por televisión (más por lo que la imaginación de un niño desbarraba que por lo que realmente pasara en el argumento) o había visto en el propio cine. Pero esta vez fue mucho más allá. La película presentaba una feliz familia de clase media-alta de una pareja y dos niños, en la que la mujer estaba embarazada de un tercero. Un embarazo en el que enseguida empezaban a suceder cosas extrañas, como cambios de carácter en la mujer, crecimiento anormalmente rápido del feto, y fenómenos paranormales como salir dormida (pero con los ojos bien abiertos; ya sabemos el tipo de efectos sonoro-visuales en los que se apoyan este tipo de películas sin los cuales la impresión es nula) volando por la ventana abierta del dormitorio. Evidentemente el marido empieza a preocuparse, y van a médicos que no les solucionan prácticamente nada. Y he aquí que aparece Dimitri, un antiguo amante de la mujer, con la que compartieron experiencias en el pasado en grupos de dudosas intenciones (hablemos claro: sectas satánicas), que se ofrece a ayudarlos porque dice conocer perfectamente la solución.
En efecto, están pensando lo que es en realidad la película, una mezcla descarada de El exorcista (The Exorcist, William Friedkin, EE. UU., 1973) y La semilla del diablo (Rosemary's Baby, Roman Polanski, EE. UU., 1968). No sólo una mezcla: un plagio total y absoluto del que solo se salvan un par de momentos. Y es que no se cortaron en eliminar, siquiera por vergüenza, ningún detalle, desde el demencial potaje verde (aquí parece que la mujer prefería calamares en su tinta), al terremoto, no de la cama, que eso les debió parecer poco, sino de habitaciones enteras, y de ejércitos de muñecas con gasto descomunal de luces en los ojos. Y bueno, por no hablar del “final feliz”, como si nada hubiera ocurrido, al que añadimos las múltiples realidades virtuales en las que, dependiendo de si Dimitri lograba concluir con éxito la misión que su “jefe” le imponía o no, le libraba de estrellar su automóvil con caída por un puente (¿se acuerdan de aquel televisivo programa de tráfico La segunda oportunidad? Pues algo parecido). Vamos que a día de hoy hubiera preferido que lograra su objetivo por ver cómo eludían el más espantoso de los ridículos argumentales que uno pueda imaginar.
Pasé muchas noches sin dormir pensando en aquellas escenas, aquellas muñecas, etc. En efecto, más valdría que me hubieran dejado entrar en otro tipo de películas erótico-festivas y no en este tipo de engendros que lo único que pueden lograr es trastornar a cualquiera que no tenga un mínimo de información científico-lógica. Porque, amigos lectores, los argumentos de la mayor parte de este tipo de películas son más terroríficos que las propias películas. E incluyo en el paquete los dos modelos citados, tan absurdos, sobrevalorados e infantiloides como la que comento. Bueno, miento. Salvo de la quema la de POLANSKI, que como película es destacable (como lo es también la de KUBRICK que todos conocemos, a pesar del plagio en las escenas cumbre al maestro GRIFFITH). Y las menciono porque no piensen que no conozco el género del terror, que no es así. Pero sólo merecen la pena media docena contadas. Para el resto, ni me molesto en encontrar el calificativo que las cuadra.
No exagero. Warner Bros demandó a la productora italiana por plagio. Se habían estrenado otras muchas imitaciones, pero ésta tuvo la mala suerte de tener gran éxito comercial en Italia y en EE. UU., con el título Beyond the door (recaudó 40 millones de dólares en todo el mundo). La Warner tenía preparada la secuela El hereje (Exorcist II: The Heretic, John Boorman, EE. UU., 1977), y ésta les hacía la Pascua por saturación (de hecho, observen que la estrenaron dos años después del estreno de Beyond the door, que en EE. UU. fue en 1975). Ganaron la demanda (es que está clarísimo el plagio), pero no trascendió cual fue la indemnización o a que acuerdo llegaron. En realidad tampoco la Warner podía sacar pecho porque el propio WILLIAM FRIEDKIN copió descaradamente actuaciones de exorcistas católicos, como los que aparecían en el film El demonio (Il demonio, Brunello Rondi, Italia/Francia, 1963), así como las caminatas de la poseída a cuatro patas cual arácnido desbocado.
Hay muchas curiosidades sobre la producción, más interesantes que la propia película. Por ejemplo que el director y productor OVIDIO G. ASSONITIS (apodado posteriormente “el rey del ripeo”, porque esta no fue sino la primera de sus exitosas andanzas plagiadoras) no parecía tener mucha fe en la película y la firmó con el seudónimo OLIVER HELLMAN (que sonaba además más americano a efectos de ventas). Además hay un codirector, ROBERT BARRETT, que casualmente se llama igual que el marido de la protagonista en la ficción. O la estrategia publicitaria de contratar actores que se desmayaban en los cines que proyectaban la película, o disponer ambulancias estacionadas fuera de dichos cines. Por cierto, para los que no sepan qué hay detrás de esto de las posesiones, o porqué casi siempre se plantean en mujeres, echen mano de un manual básico de neurología o localicen algún artículo sencillo como éste. Cuando me acuerdo de lo mal que lo pasé, ¡¡pa matarme!!
Pero la sesión me depararía algo con lo que disfruté mucho más. De hecho, si me decidí a ir aquella tarde al cine fue por conocer al célebre BRUCE LEE. No en su mejor película, pero sí la que le hizo adquirir fama en los EE. UU. Por supuesto, infinitamente mejor que los sucedáneos de artes marciales que había visto hasta entonces.
La historia es muy elemental, sólo una excusa para estar casi dos horas viendo dar patadas a diestro y siniestro: el joven Chen viaja a Shanghai a casarse con su prometida; se entera de que su maestro de artes marciales ha fallecido, y en el funeral se presentan unos matones japoneses de una escuela rival de la del fallecido, que insultan y provocan a los seguidores chinos del finado. Como nada es casual, Chen descubrirá que su maestro fue envenenado por orden del maestro del dojo nipón, embarcándose en una fatídica misión de venganza. Este argumento está basado en un hecho real, la muerte del maestro chino HUO YUANJIA en 1910 en extrañas circunstancias. En China es considerado un héroe, especialmente entre los artistas marciales, por haber vencido a luchadores de distintos estilos, tanto asiáticos como occidentales, en combates que tuvieron una gran repercusión en su época, cuando la soberanía China estaba siendo erosionada por las concesiones a las potencias extranjeras.
Vaya por delante que vistas posteriormente, las películas de BRUCE LEE me parecen igual de infumables que el resto de su estilo. Una sucesión de histrionismos, posturitas, chillidos, saltitos imposibles, cámaras lentas, bastante ketchup y figurantes renacidos a cada nueva escena. No se le puede negar una magnifica y bien planificada coreografía (porque no nos engañemos, todas las luchas del cine, desde sus inicios, son coreografías de baile ensayadas y revisadas al milímetro; por eso nos cautivan), y unas condiciones físicas inigualables. Pero argumentalmente todas son variaciones de lo mismo. Y como actor tampoco destaca por su buen hacer. No obstante hay momentos realmente espectaculares, como la pelea en el dojo japonés, más de quince minutos (no es fácil sostener una pelea tan larga sin cansarnos, pero está tan bien diseñada, por el propio BRUCE LEE, como las del resto de la película, por cierto, que no apartamos la vista en ningún momento; grandioso homenaje a esta escena de TARANTINO en Kill Bill también), o las dos peleas finales, ante el luchador ruso (un amigo del propio LEE) y del responsable del envenenamiento del maestro en una singular pelea entre nunchaku contra katana.
La película se estrenó en Hong Kong el 22 de marzo de 1972, en EE. UU., el 9 de septiembre y en Madrid el 29 de abril de 1974. En nuestra ciudad fue el TEATRO CALDERÓN el miércoles 15 de enero de 1975, manteniéndola en cartel hasta el domingo 19 (sólo cinco días; la crítica de EL NORTE DE CASTILLA fue muy negativa en base a su exceso de violencia). Pero se desquitaría con creces porque es una de las películas más veces programadas en Valladolid por cines de sesión continua, como el resto de la filmografía de su célebre protagonista.
(Publicada el 4 - 10 - 2021)
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