042.- El imaginativo viaje al centro del Teatro Calderón (Año 1977)


        Siguiendo la serie de recuerdos en los que pisé por primera vez las salas de nuestra ciudad, uno muy especial es el del TEATRO CALDERÓN, tanto que acabó convirtiéndose en mi preferido. Aunque no puede decirse que la relación empezara con buen pie. En aquel lejano 1977, la gente hacía largas colas para sacar una entrada en los cines, se vendían localidades anticipadamente, se reservaban por teléfono, ... Por supuesto en las películas de estreno. En las de sesión continua podía haber colas antes del comienzo pero se terminaban en cinco minutos y rara era la ocasión en que el aforo se completaba.

            Así pues, aquel domingo de octubre, mi primo, sus amigos y yo nos encontramos frente a la taquilla del teatro, sin butacas de patio disponibles, quedando un cuarto de hora para empezar, pensando qué compensaba más, económica y visualmente, entre plateas, palcos bajos, anfiteatro, galería y paraíso. ¿Qué era todo eso? Nunca lo había visto a mis doce años, la entrada siempre había sido única hasta ese momento. Esta variedad se asemejaba más a un estadio de fútbol que a un cine. Evidentemente fui donde me llevaron los mayores (ya se sabe que en los grupos siempre hay alguien que se las sabe todas; ahora lo llamamos “cuñao”, pero el concepto, con otras denominaciones, ha existido siempre). Finalmente, por la situación y gracias a mis conocimientos actuales, estuve en una butaca de anfiteatro (eran butacas; en el LOPE DE VEGA en cambio, eran sillas antiguas y crujientes, con pinta de descoyuntarse en cualquier momento), al lado izquierdo de la pantalla. Visión alejada, oblicua y con unas lámparas en primer plano en la parte inferior que personalmente me molestaba que estuvieran ahí, entre mis ojos y la pantalla. Te acababas acostumbrando, aunque no se disfrutaba igual de la película ya que “no te metías” en la acción, porque las lamparitas te recordaban donde estabas realmente. En fin, por este tipo de cosas el precio era menor, supongo.  

            La película fue Viaje al centro de la Tierra (Juan Piquer Simón, España, 1976). Llevaba anunciándose por televisión desde hacía tiempo, de hecho ya casi no aparecía, pero ya se sabe que en Valladolid los estrenos no tenían lugar como en Madrid, Barcelona o Sevilla, salvo muy contadas excepciones. La novela de JULIO VERNE ha ido teniendo diferentes versiones a lo largo del tiempo (en la actualidad hay hasta 11 entre películas y series de televisión). En televisión se había emitido varias veces la dirigida por HENRY LEVIN en 1959 (la protagonizada por JAMES MASON), bien es cierto que en aquel tiempo la emisión televisiva de películas rodadas en Cinemascope era infame, sin respetar el formato, lo que provocaba que lo espectacular que tuvieran no se percibía en absoluto. Una chapuza en definitiva, que hoy algunas cadenas siguen reiterando, porque es más barato proyectarlas así.

            El argumento era bien conocido; además muchos de los niños de aquellos años o habíamos leído la novela en la popular colección Historias Selección de la editorial BRUGUERA, o alguna adaptación en forma de tebeo (en mi caso, ambas, las de las imágenes).


JULIO VERNE era un autor muy leído a pesar de ser de un siglo anterior, y todas las adaptaciones cinematográficas de sus obras eran un reclamo seguro para la taquilla. En el caso que nos ocupa, la curiosidad de ver si los monstruos antediluvianos presentes en el argumento estaban mejor realizados que en otras películas  (recuérdese que en los setenta hubo una nueva versión de KING KONG, los cines de sesión continua programaban con frecuencia películas de GODZILLA, SORGO y otros bichos gigantescos) era una de las excusas para ir a ver la película, bien fuera para disfrutarlos o para troncharte de risa, que hasta ese momento era lo habitual. Los efectos especiales eran bastante limitados en aquellos años. Por eso la publicidad recalcaba las “maravillas” que se podían ver en la película (amplia lista, como vemos en el anuncio de EL NORTE DE CASTILLA del día del estreno en Valladolid, el sábado 29 de octubre de 1977).

            No causó en mi gran sensación puesto que sólo recordaba una escena final en que los protagonistas salían despedidos desde el interior de la Tierra al exterior, ascendiendo por una especie de cono volcánico, después de una fuerte explosión. Sin embargo, el descubrir que fue la ópera prima de un realizador un tanto ninguneado, JUAN PIQUER SIMÓN (1935 - 2011), mientras preparaba esta reseña, me ha hecho volver a verla, con lo que a los recuerdos, puedo añadir una valoración más objetiva y actual. Pero antes, hablemos un poco de JUAN PIQUER.

Cine de género

            En nuestro país no ha habido muchos realizadores independientes que además apostaran por un cine exclusivamente de entretenimiento sin mayores expectativas artísticas ni conceptuales, y que además arriesgaran su propio dinero o buscaran financiación sin ningún tipo de ayuda pública ni subvención. Estas condiciones fuerzan la necesidad, cualquiera lo entiende, de que las pérdidas sean las mínimas, porque en caso contrario, no puedes hacer la siguiente película. Esa era una idea que tenía clara el valenciano JUAN PIQUER, al que no le resultó nada fácil hacer lo que quería. Seguramente algo tuvieron que ver sus dos primeros cortos documentales, España violenta (1964) y Vida y paz (1965) en las que describe algunos aspectos de la Guerra Civil y el posterior Régimen que no agradaron a la censura. Estudia Bellas Artes, y trabaja unos años en publicidad, hasta que con la muerte de FRANCO obtiene los permisos necesarios para poder dirigir y/o producir las películas que deseaba, generalmente como coproducciones internacionales. Crea su propia productora, ALMENA FILMS, y en 1979 compra los ESTUDIOS MADRID 70, en Daganzo de Arriba, un pueblo a 40 kilómetros de Madrid cercano a Alcalá de Henares, donde desde 1969 se estaban rodando westerns fundamentalmente. Estuvieron en activo hasta 1985 en que ardieron, quedando en la actualidad básicamente el recuerdo y un restaurante.

          Sus películas fueron muy populares, puestas de vuelta y media siempre por la crítica, pero rentables económicamente, y curiosamente más apreciadas fuera de España que aquí, al punto de que alguna de ellas está considerada “película de culto”, con eventos periódicos en su honor, incluso hoy en día. Yo confieso que sólo conozco la que encabeza esta reseña, fundamentalmente porque se especializó en terror duro, slasher y gore, géneros que nunca han sido de mi agrado. También a este realizador debemos la originalidad de dirigir una película de superhéroes en España ¡¡en 1979!!: Supersonic Man (quizá alguien recuerde su cartel anunciador que veis en la imagen; por cierto el dibujante y profesor HÉCTOR CAÑO lo recuperó haciendo varios cómics). Previamente, había producido y medio dirigido Escalofrío (1978), aprovechando el gran tirón que en aquellos años tenía todo aquello que se relacionara con el ocultismo y la parapsicología, junto con contenidos de sexo más o menos explícito. Esa mezcla lo petaba en aquel momento, y bien que lo aprovechó JUAN PIQUER que, quitando otras dos películas relacionadas con la obra de JULIO VERNE (Misterio en la isla de los monstruos (1981) y Los diablos del mar (1982)), ya no abandonaría. Ya en Viaje al centro de la Tierra incluye detalles y un personaje esotérico-misterioso que no aparecen en la novela original. Con sus últimas películas obtuvo sendos premios GOYA a los efectos especiales, una faceta novedosa también en nuestro país, antes de que la entrada de técnicas digitales universalizara y mejorara su utilización.

            El reconocimiento a su trabajo, que apenas disfrutó tardíamente, ha ido llegando posteriormente. Dos monografías sobre su trabajo con entrevistas y otros análisis se publicaron dos años después de su fallecimiento. Una editada en Valladolid, con una tirada muy limitada por CALTIKI EDICIONES titulada Juan Piquer Simón: un titán en el confín de la tierra, trabajo coordinado por JOSÉ LUIS ALONSO, especialista y gran aficionado al fantaterror que entre 2009 y 2013 organizó a través del Cine Club Oscuro Video una cuarentena de ciclos los sábados en el Centro Cívico Zona Sur (al lado de El Corte Inglés del Paseo de Zorrilla) y los domingos en el Centro Cívico Rondilla, programando verdaderas rarezas y obras de culto, la mayor parte inéditas o muy poco vistas comercialmente. La otra, Juan Piquer Simón, mago de la serie B, a cargo de varios autores y coordinada por JORGE JUAN ADSUARA, director del festival FANTCAST, que desde 2006 tiene lugar en Castellón.

Volviendo al Centro de la Tierra

            La ópera prima de JUAN PIQUER, con un presupuesto de 35 millones de pesetas, se estrenó internacionalmente en los desaparecidos Festival Internacional de Películas Fantásticas y de Ciencia Ficción de Paris (estuvo activo entre 1972 y 1989) en marzo de 1977 y en el XV Festival Internacional Fantascienza de Trieste (existente entre 1963 y 1982). No consta que tuviera en ellos ningún premio. En la base de datos IMDB figura que en Madrid se estrena el 15 de agosto de 1977, dato incorrecto consultados los periódicos de aquel mes. El estreno real fue el viernes 26 de agosto en los CINES TORRE DE MADRID (Calle Princesa, abierto entre 1959 y 1991) y RICHMOND (calle Lagasca, operativo entre 1961 y 1987). Las críticas de la época de la prensa madrileña destacaron los llenos de las salas en todas las sesiones en los primeros días de exhibición, los efectos especiales simulados en estudio (los calificaron como ingenuos pero efectistas), y realizados en España para variar, y la diversión juvenil por encima de cualquier otro aspecto, dejando bien claro que era una aventura llena de locas fantasías que acumulaba sucesos y criaturas sorprendentes.

            En Valladolid no la vimos hasta el sábado 29 de octubre (dos meses después del estreno en Madrid) y estuvo catorce días en cartel, hasta el 11 de noviembre. El crítico de EL NORTE DE CASTILLA no fue tan benévolo como su homólogo madrileño, señalando que es pobre en sus recursos (a pesar de sus esfuerzos el resultado no tiene ningún atractivo), pobre en su construcción narrativa (esquemas tópicos hilvanados simplonamente con cierre precipitado y absurdo), e ínfima en su imaginación. Desde luego le hizo un buen traje, a pesar del cual hoy es considerada una obra de culto en muchos sectores. Mi opinión en el reciente visionado me la voy a reservar. Sólo diré que, sin ser tan radical como muestra esta última visión, estoy más cerca de ella que de la primera. Me ha llamado la atención que entre los lugares del rodaje están las Cuevas de Valporquero (León) que acababa de visitar en una excursión escolar en aquellos años, a las que posteriormente he vuelto en repetidas ocasiones, y en ningún momento he reconocido. Y me gustaría verla en versión original (se rodó en inglés), porque algunos diálogos de la versión doblada son de verdadero espanto.

            El periplo que siguió posteriormente en nuestra ciudad  fue el siguiente: el TEATRO LOPE DE VEGA la repuso cinco días de agosto de 1980 antes del inicio de la temporada teatral de ferias, en diciembre del mismo año la pasó el CINE DELICIAS, en 1981 estuvo en abril en el CINE BABÓN, en agosto de 1982 la volvió a emitir el CINE DELICIAS, para terminar sus correrías por la ciudad en 1983 en marzo en el CINE LA RUBIA, y en julio en el TEATRO CARRIÓN en una de sus reposiciones estivales.

(Publicado el  12 - 04 - 2023)

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