001.- Presentación
Recuerdos de película
Anoche soñé que volvía al Cine Delicias. Me encontraba ante la taquilla, pero no podía entrar porque el acceso estaba cerrado. Entonces, como todos los que sueñan, me sentí poseído de un poder sobrenatural, y atravesé como un espíritu la barrera que se alzaba ante mí. La entrada al ambigú iba serpenteando, retorcida y tortuosa por la ruina, pero a medida que avanzaba me di cuenta del cambio que se había operado. El paso del tiempo había asolado el espacio y poco a poco se había posesionado del lugar con sus tenaces dedos. El pobre hilillo que quedaba hacia la sala avanzaba y finalmente, allí estaba la pantalla, majestuosa y silenciosa. El tiempo no había podido desfigurar la perfecta simetría de sus dimensiones ni las letras C y D mayúsculas de la parte superior. La luz de la linterna puede jugar con la imaginación. De pronto, me pareció ver luz saliendo de la cabina de proyección, pero una nube de polvo de tanto escombro cubrió de repente el haz y se detuvo un instante, como una mano sombría escondiendo un rostro. La ilusión se fue con ella, y las luces se extinguieron. Veía un gran espacio desolado y sin butacas, sin que el menor murmullo del pasado rozara sus imponentes paredes. Nunca podremos volver al Delicias, esto es seguro. Pero algunas veces en sueños, vuelvo allí, a los extraños días de mi infancia, que para mí empezaron en la calle Carmelo de aquel barrio de Las Delicias...
Sé que tomar prestado el célebre inicio de la no menos conocida película de HITCHCOCK y su correspondiente obra de DAPHNE DU MAURIER es poco original, pero ni siquiera ésta estuvo libre de la sombra de la copia, o de la inspiración, según se mire. Y no se me ha ocurrido nada mejor y más propio para presentar lo que pretende ser un ejercicio de memoria, de recuerdos, de cines desaparecidos de nuestra ciudad y de algunas de las películas que recuerdo haber disfrutado en su interior.
Desde hace algún tiempo, la nostalgia se ha hecho un hueco en nuestras vidas. Seguramente ha existido siempre, pero desde que las redes sociales han irrumpido por todas partes, este fenómeno se ha disparado: páginas que recuperan fotografías antiguas, comentarios sobre las mismas relatando vivencias de épocas pasadas, conmemoraciones, homenajes, páginas de historia, etc., se han multiplicado y se añaden a programas de televisión, de radio, reseñas en periódicos, blogs particulares, series que recrean hechos pasados o los reescriben, y otros que probablemente me olvide. Y al hilo surge la reiterada pregunta “¿Cualquier tiempo pasado fue mejor?” Seguramente no, pero creo que la clave de esta añoranza está en que nuestras vidas están limitadas a un tiempo y unos lugares, a la relación con otras personas, a nuestro progresivo e inevitable envejecimiento. Echamos de menos a muchas de esas personas que ya se fueron, a los espacios y sitios que han ido desapareciendo, en los que disfrutamos o incluso padecimos, pero las vivimos. No hay porqué baremarlas como mejores ni peores, simplemente han quedado ahí, en nuestra mente, porque ahí estuvimos. Y algunas nos gustaría, aunque fuera por unos segundos, volver a verlas, revivirlas de algún modo, porque físicamente sabemos que es imposible.
Hace unos meses, la Asociación Ciclista Vallisoletana (ASCIVA) planteó una bonita actividad como pretexto para pasar un buen rato pedaleando, como no podía ser de otro modo, ya que su objetivo es promocionar el uso de la bicicleta: recorrer en varias rutas los cines desaparecidos de nuestra ciudad, que no fueron pocos. A través de amigos y conocidos me propusieron la tarea de amenizar esos recorridos hablando brevemente del pasado de aquellos cines. Sin pensarlo demasiado, inconscientemente, como se hacen estas cosas (porque si lo das muchas vueltas, al final no las haces) me animé. Además de mi afición al cine (lo que con el tiempo me ha llevado a estudiarlo más en profundidad, hacer cursos, asistir a jornadas, leer mucho y ver más y más películas, ya con la perspectiva del crítico no sólo del simple espectador), podía aportar el recuerdo de haber recorrido en mi infancia y juventud prácticamente todas aquellas salas. Pero no podía conformarme con eso: busqué más datos, pregunté a personas mayores que yo, dediqué bastantes horas a preparar las presentaciones. Y me pareció interesante redactar unas notas sobre aquellos cines, que han ido apareciendo en varias entregas (alguna aún por hacerlo) en la espléndida revista Atticus editada en nuestra ciudad.
Confío en que esta nueva aventura guste a todos los que se animen a acompañarme en ella, pero, sobre todo, espero de ellos su colaboración, sus valiosas aportaciones, que no duden serán leídas, publicadas y comentadas, si así lo desean. Eso sí, como todo, además de las virtudes, internet y las redes sociales tienen sus inconvenientes, y uno de ellos es la mala costumbre de no mencionar la procedencia de fotografías, datos, textos, etc. Todo lo que aparezca en estas líneas puede utilizarse, pero, citando, por favor, su procedencia, como yo mismo haré a mi vez.
Este ejercicio de memoria me va a servir, a nivel personal, a componer, a través de las películas que recuerdo y el lugar donde las disfruté, una especie de biografía del ocio. Para datar con precisión esos recuerdos, trataré de buscar la fecha exacta, y si no es posible, la aproximada, en que ocurrieron gracias a la consulta de las hemerotecas de los periódicos de nuestra ciudad. Ello permitirá además recordar hechos o acontecimientos que tuvieron lugar que puedan resultar curiosos o interesantes. Las bibliotecas y el archivo municipal serán imprescindibles en esta tarea por lo que agradezco de antemano la disponibilidad y amable atención de todos sus empleados, así como la posibilidad de consulta de los documentos que albergan estas instituciones a todos los ciudadanos.
Empecemos pues a darle vueltas a la memoria, a ver qué descubrimos.
Comentarios
Publicar un comentario