057.- Un minicine en Valladolid (1984, 2024)
El pasado 3 de octubre los CINES CASABLANCA de Valladolid organizaron la presentación de un libro recientemente editado, sobre los veinte años de existencia de un cine de Santander llamado GROUCHO. Los que somos de Valladolid sabemos que existió en nuestra ciudad un minicine con el mismo nombre. Asistí bastantes veces al mismo. Recordemos un poco su historia y a qué se debe la coincidencia de que un cine en Santander tenga el mismo nombre, que no es casual.
Desde su nacimiento, el cine ha sufrido varias crisis, tanto de afluencia de espectadores a las salas, como en su propia concepción (¿es el cine un vehículo de evasión y entretenimiento, de propaganda, de arte y pensamiento, de denuncia, de transmisión de cultura, etc.? También van surgiendo diferentes formas de filmar, nuevos recursos, etc.). En esta ocasión nos fijamos sobre todo en las primeras, las de falta de rentabilidad por ausencia de público. Una muy evidente fue la aparición de la televisión, que motivó, para contrarrestar el problema, la aparición de formatos de película que fueran poco disfrutables con las dimensiones de un televisor (formatos panorámicos, mejora del sonido, etc.). Después, en los años ochenta del siglo pasado, el surgimiento del video provocó otra bajada de espectadores. Ciertamente la calidad de muchas de las películas en ese formato era bastante lamentable porque la mayor parte se editaban sin respetar el formato, adaptado al del televisor y a la gente le preocupaba más bien poco el que estuviera pagando por un producto mediocre, en el que en muchos casos no se llegaba a apreciar ni la mitad de la imagen. Es decir, les daba igual lo que vieran (y les sigue dando) con tal de poder seguir los argumentos y qué sucede al final, aunque sea a grandes rasgos; en suma, una falta total de la más mínima cultura artística.
Imagen: esto es lo que aparece en imagen en un momento dado de la espectacular carrera de cuadrigas de Ben Hur cuando se ve en un televisor convencional sin respetar el formato.
Y esto lo que es en realidad (en formato panorámico, con las consabidas bandas negras):
Hubo varias medidas que los empresarios cinematográficos pusieron en práctica para volver a llamar la atención de asistentes a las salas. Como los cines de quinientas o más butacas no se llenaban, y mantenerlas, calentarlas, limpiarlas, etc., era un dinero, hubo dos opciones: reformarlas haciendo varias salas más pequeñas con diferentes películas en cada una (multi-salas) o acondicionar pequeños locales (minicines). Esta fue la opción por la que apostaron JOSÉ MARÍA (CHEMA) ÁLVAREZ GARCÍA y ESTHER PÉREZ NISTAL en la peatonal (desde 1981) calle Cadenas de San Gregorio números 10 – 12 (en la imagen inicial, lo que hay en la actualidad en el lugar donde estaban este cine). Con una original distribución de las butacas, un aprovechamiento máximo del espacio, y una ingeniosa colocación del equipo de proyección y de la pantalla, los arquitectos JAVIER PÉREZ GENTO y CRISTINA BUSTAMANTE ARENAS (datos recogidos del libro Arquitectura de cines en Valladolid) concibieron una recogida sala de proyección de 90 butacas (7 filas con exactamente 9 – 11 – 13 – 14 – 13 – 15 – 15 butacas en cada fila) que se inauguró el viernes 5 de octubre de 1984. La película elegida fue Las tentaciones de Benedetto (Per grazia ricevuta, Nino Manfredi, Italia, 1971), que no era novedad porque ya se había proyectado el martes 25 de junio de 1975 en el CINEMA ROXY en la última sesión, a las 22.45 (después pasaría al GOYA y al REX; como recordarán ROXY, CARRIÓN, GOYA, LAFUENTE y REX pertenecían a la misma sociedad familiar). Eso sí, por culpa de la censura, la película no había podido ser vista en su versión íntegra (FRANCO aún no había fallecido), y lo que proponía el nuevo MINICINE GROUCHO era la versión completa en español, como vemos en el anuncio de EL NORTE DE CASTILLA de aquel día.
Como suele suceder en la mayor parte de los casos, el título original de las películas suele ajustarse más al contenido real que los títulos que se las endosaba, particularmente aquí en España que eran, mitad reclamo publicitario, mitad políticamente correctos, pasados por el tamiz de la censura. El título original, Per grazia ricevuta, significa textualmente Por la gracia recibida, y aludía al hecho de que el
Esta elección para la apertura de esta sala ya daba una pista del tipo de cine que en lo sucesivo se iba a proponer: cine de autor, reposición de títulos de interés, películas de nacionalidades no habituales, y por supuesto, estrenos que mantuvieran esas características de cine de calidad y compromiso. Muchas de ellas en versión original subtitulada. Un auténtico lujo para cinéfilos de pro (en nuestra ciudad hemos tenido mucho tiempo la suerte de contar con espacios, un festival, una cátedra de cine y diferentes asociaciones y cine clubs donde hemos podido disfrutar de este cine “diferente” al comercial). También programó ciclos de diferentes autores o directores (hablaré de ellos en otras entregas porque asistí a varios), estableció algo inusual en aquellos años como era la venta de bonos a un precio especial para asistir a varias películas (que yo sepa, sólo la Filmoteca que organizaba en su obra social CAJA ESPAÑA tenía ese tipo de promociones; ningún cine comercial lo hacía).
Tres años después, JOSÉ MARÍA ALVAREZ GARCÍA, en 1987, decide emprender por su cuenta una nueva aventura: los CINES CASABLANCA, tres nuevas salas en la céntrica calle Platerías, historia de la que hablaremos en otra ocasión. El MINICINE GROUCHO continúa entonces su andadura con ESTHER PÉREZ NISTAL y una de sus hijas, hasta su cierre en 1993. En esos nueve años, fue sede de proyecciones de la Semana Internacional de Cine de Valladolid durante tres años: 1985, 1986 y 1987.
Mi primera película en los Minicines GROUCHO
Fue el domingo 24 de febrero de 1985, es decir, cuatro meses largos desde su apertura. Reconozco que, a punto de cumplir veinte años, en aquella época, más que el tipo de películas, lo que me encantaba era disfrutar de las películas en salas grandes, con pantallas enormes, y sonido envolvente. Diferente a lo que en casa podía ver en televisión. De modo que no las tenía todas conmigo con aquello que su propio nombre indicaba: minicine. Pero aquella tarde programaba una película que no había visto de ALFRED HITCHCOCK. Meses antes había ido a ver un ciclo de películas de este director en distintos cines, con copias remasterizadas, que de dio en llamar Lo esencial de Hitchcock. Se le dio bastante publicidad indicando que eran películas que en veinte años no se habían programado en los cines españoles. En televisión, en 1984 se había emitido un ciclo de películas de la etapa inglesa del director que me habían enganchado, y tenía ganas de ver éstas más modernas que nunca había visto. La de aquella tarde no estaba dentro de ese ciclo, pero yo no la conocía. Seguramente por esa razón fui aquella tarde al GROUCHO, a la sesión de las 8.
Asistí con la chica con la que salía entonces (hoy mi esposa), y nos llamó la atención la inteligente distribución del pequeño espacio para tener todo lo que un cine precisaba: taquilla, servicios, sala de proyección, equipo, … Recuerdo que se subían unas escaleras para acceder a la sala y luego había que bajar otras para sentarnos en la fila en la que colocarnos (no recuerdo si eran numeradas, creo que no). Parecía que eran menos butacas que en las que en realidad había (90), y la pantalla no era de las que me gustaban, pero tampoco era muy pequeña, y como las butacas estaban cerca, el efecto, junto a una cierta inclinación de la propia pantalla, el resultado no estaba nada mal. Parecía eso sí que estábamos en familia. Por supuesto volví bastantes veces más, ya os contaré.
La versión que vimos de Los pájaros (The birds, Alfred Hitchcock, EE. UU., 1963) era en versión original subtitulada en español (otro aliciente, porque así practicaba un poco de oído de inglés, y la dicción de los actores es espectacular y el sonido perfecto). Me gustó mucho, por supuesto, salvo el final, que nos dejó bastante decepcionados (no estábamos acostumbrados a eso del final abierto). Después he visto varias veces la película, en DVD en casa, pero desde luego aquella vez en pantalla grande siempre la recordaré.
La oferta del GROUCHO
En aquellos nueve años, la relación de películas y directores que propuso este minicine, fue de una calidad difícil de superar. Solo los CASABLANCA con una orientación muy similar la podía igualar o superar. Yo siempre fui a ver películas de directores clásicos que no había visto nunca, no de estrenos de aquellos años. De esas películas ya escribiré más recuerdos, por lo que ahora sólo algunos de los directores que estrenaban película en la ciudad y no eran programados en salas más comerciales (algunas sí, pero las menos) por haceros una idea de lo exquisito del menú: VADIM GLOWNA, FRANCESCO ROSI, ALLAN ARKUSH, JACQUES DEMY, PAOLO Y VITTORIO TAVIANI, LILIANA CAVANI, MARCO FERRERI, YILMAZ GÜNEY, DUSAN MAKAVEJEV, MAREK KANIEVSKA, ANDRZEJ ZULAWSKI, MILOSLAV LUTHER, HÉCTOR BABENCO, PIOTR TODOROVSKI, SHÔHEI IMAMURA, VOLKER SCHLÖNDORFF, KEN RUSSELL, RADOSLAW PIWOWARSKI, ALAN RUDOLPH, JEAN-JACQUES ANNAUD, ANDREI KONCHALOVSKY, EMIR KUSTURICA, SLAVA TSUKERMAN, TAYLOR HACKFORD, LEWIS GILBERT, ISTVÁN SZABÓ, WIM WENDERS, PERCY ADLON, MEHDI CHAREF, JIMMY T. MURAKAMI, MAURICE PIALAT, STEPHEN FREARS, etc., etc. Probablemente no os suenen muchos o casi ninguno (he listado los directores de los tres primeros años únicamente, pero la lista es por supuesto más larga), sólo quería destacar la exquisitez de muchas de las selecciones y en muchos casos la imposibilidad de poder ver sus películas ni en su momento ni actualmente, salvo que se asistiera a la sala, porque de la mayor parte de ellos y de los títulos proyectados no existe distribución de copias en DVD u otro formato, por no hablar de plataformas de pago actuales que por mucho que se vendan como que disponen de cualquier película, os aseguro que bastantes de ellas, y algunas de gran calidad, no pueden encontrarse en ninguna parte. Un lujo que teníamos, y que ahora seguimos teniendo en los actuales CINES CASABLANCA de la calle Leopoldo Cano, pero que podemos perder si no ponemos remedio y nos acercamos con cierta asiduidad, ya que los costes de mantener un negocio así hoy en día son muy elevados.
Por cierto, esta 69 edición de la SEMINCI ofrece Querelle (Querelle, Rainer Werner Fassbinder, Alemania del Oeste/Francia, 1982) en su retrospectiva del cine alemán (es el país invitado). El MINICINE GROUCHO ya la exhibió durante tres semanas en 1989.
A partir de febrero de 1988, al igual que otros cines, los GROUCHO ofrecieron CINE DE MADRUGADA. En principio sólo los sábados a las 0.50, y después de un par de meses también los viernes. También como otros cines, para poder obtener algún ingreso extra los días de menor afluencia de espectadores, se unió a la iniciativa de ofrecer los miércoles como día del espectador, a un precio menor del habitual, de 350 pesetas la entrada. También organizó actos exclusivos, como la presentación de la película Un día en el triángulo (Fernando De Bran, España, 1984). FERNANDO DE BRAN fue un ayudante de director, actor y guionista vallisoletano, que sólo ha dirigido esta película, y por las escasas referencias que he localizado, un tanto “extraña”.
Entre los récords que estableció la sala GROUCHO se encuentra el haber mantenido una película dos años en cartel ininterrumpidamente. Eso sí, sólo la emitían los viernes y sábados en la sesión de madrugada. Se trata de Bagdad Café (Bagdad Cafe, Percy Adlon, Alemania del Oeste/EE. UU., 1987).
El fin del sueño llegó el 26 de septiembre de 1993. Ese día, sus dueñas decidieron empapelar la entrada del cine con carteleras de películas allí proyectadas. La última película fue Simple Men (Hal Hartley, EE. UU., 1992).
Los CINES GROUCHO de Santander
El vallisoletano JOSÉ PINAR FERNÁNDEZ, estudiante de Geografía en la Universidad de Valladolid entre 1982 y 1987 fue un espectador asiduo a este minicine en los años que estuvo en funcionamiento. Acabada la carrera, se traslada a Bilbao, a la Universidad de Deusto a hacer un postgrado en Gestión de Ocio. Vivir en Bilbao, entonces y ahora no es barato, de modo que se traslada a Santander, desplazándose a Bilbao cuando era necesario. Y con el tiempo, se anima a acondicionar un local con entrada por un callejón para abrir unas salas de cine entre la calle Cisneros y la calle Cervantes, en el centro de Santander, muy cerca del Ayuntamiento, junto al decimonónico Mercado de la Esperanza. Era un proyecto arriesgado, ya que la tendencia en estos inicios de siglo ha sido la de cerrar salas de los centros de las ciudades y desplazar la oferta cinematográfica, en manos de grandes empresas, a centros comerciales con películas de evasión y palomitas.
Pero ese no es el tipo de cine que le gusta, el que ha disfrutado en los MINICINES GROUCHO vallisoletanos. Yendo completamente a contracorriente, decide ofrecer exclusivamente cine de autor, cine de calidad. Pero el camino no ha sido nada sencillo. Todo ese proceso lo describe con todo lujo de detalles en el libro Cine Groucho. Veinte años de cine de autor en Santander (2004-2024) (Ediciones Tantin, Santander, 2024), que acaba de publicar al cumplirse veinte años de su apertura. Además, el texto recoge de forma muy amena, algunos de los títulos y autores más relevantes que ha exhibido en estos años, que sirven para ilustrar la evolución de temas y maneras de filmar que han ido teniendo lugar durante estos años. Absolutamente recomendable. Ya sabéis donde podéis ir cuando la lluvia os estropeé el día cuando os acerquéis por Cantabria. Y si no, también.
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