065.- Multicines Manhattan y La vida de Brian (1983)

            Si en la anterior entrega hablaba de Ben Hur, una película que se ha ido haciendo típica de la Semana Santa, en esta ocasión evoco una película también relacionada con ese periodo, aunque paradójicamente yo disfruté ambas en Navidades. Fue además la primera vez que entré en un cine inaugurado pocos meses antes, y una de las películas en las que más recuerdo haberme reído, cosa que desgraciadamente no volvió a repetirse las veces que posteriormente volví a verla.

            A principios de los años ochenta del siglo pasado, las salas cinematográficas en todo el mundo no pasaban por sus mejores momentos. La gente, los jóvenes, se habían ido poco a poco decantando por otro tipo de formas de disfrutar del ocio los fines de semana (discotecas, boleras, bares musicales, etc.) y el precio de ir a ver una película de estreno estaba en torno a las 250 pesetas, una cantidad que te bajaba bastante la “propina” de la que disponías para todo el fin de semana y los gastos que pudieran surgir a diario. Además, acababa de aparecer el video y los video-clubs, lo que permitía disfrutar de las películas cómodamente en tu casa y verlas varias veces si fuera necesario. La calidad no era demasiado buena (colores lamentables, bandas sonoras penosamente grabadas y, sobre todo, carentes del mínimo respeto por el formato original de la película, lo que en grandes superproducciones suponía ver una tercera parte de la imagen), aunque a muchas personas le traía sin cuidado porque sólo querían conocer a grandes rasgos el argumento y pasar el rato sin mayores expectativas. En Valladolid, como casi todas las ciudades españolas, teníamos los cines de barrio, de sesión continua, que por un precio menor te tirabas la tarde con dos películas, repitiendo su visionado si te apetecía o habías llegado tarde al comienzo. Sin embargo, la mayor parte de esas salas, permanecían prácticamente como el día de su inauguración, con pocas mejoras (sistemas de climatización, si no los tenían, y poco más), languideciendo lentamente. Las últimas salas abiertas en la ciudad fueron el CINE VISTARAMA en 1974 (que sí aportó algunas novedades) y el CINE CASTILLA (cine de restreno en el Barrio Girón) en 1975. En 1983 permanecían abiertas al público 19 salas, entre cines y teatros, que ofrecían 26 películas.

            No parecía el mejor momento para arriesgarse a abrir un nuevo cine, pero el empresario salmantino FRANCISCO HERAS, decide ampliar su experiencia en los cines VAN DYCK de Salamanca inaugurados en 1979 (en la actualidad a cargo de su hermano JUAN HERAS junto a las salas VAN GOGH de León, abiertas en 1989), y probar fortuna en Valladolid. De un garaje en la calle Cervantes, ampliado por el patio interior de los pisos donde estaba ubicado, surge un nuevo concepto de salas cinematográficas no vistos es la ciudad hasta ese momento: los multicines. Inicialmente sólo con dos salas: la sala 1 con 430 butacas y la sala 2 con 230 (reformas posteriores los dejaron con 365 y 187, respectivamente).

            Para crear expectación, se publicaron anuncios días antes de la inauguración. Concretamente en EL NORTE DE CASTILLA salió el siguiente:

            Los CINES MANHATTAN se inauguran privadamente el sábado 8 de enero de 1983, y para el público al día siguiente. Las primeras películas, en versión original subtitulada, fueron

Sala 1: Lola (Lola, Rainer Werner Fassbinder, Alemania del Oeste, 1981) 

 Sala 2: Fitzcarraldo (Fitzcarraldo, Werner Herzog, Alemania del Oeste/Perú, 1982)

            Esta será la tendencia durante el primer año: cine de autor, en versión original subtitulada, lo que animó mucho a los cinéfilos que aceptaron la propuesta con entusiasmo, llenando las salas prácticamente día tras día (más los fines de semana, como es de suponer). Además, tuvo el acierto de convocar de cuando en cuando en persona a muchas de las personalidades (directores y actores) del cine español presentando las películas que estrenaban, algo que en la ciudad sólo ocurría hasta entonces durante la SEMINCI.   

El sábado 27 de octubre de 1984 se abre una tercera sala, tras una ampliación que incorpora otro local al otro lado del portal 13 – 15. Esa sala 3 se estrena para la 29 Semana Internacional de Cine de Valladolid. En las tres salas se proyectan ciclos del certamen. En la Sala 1, las películas del ciclo Argentina en libertad en sus primeras sesiones (a las 17.00 y a las 20.00 horas), y en la sesión de noche (22.45) el ciclo Cine no visto en Valladolid. La sala 2 se reserva las dos primeras sesiones para el ciclo Mario Camus, mientras que la de noche sería para la Sección Informativa. Finalmente, la nueva sala, se dedica tanto a la Sección Informativa como al ciclo Especial Ingmar Bergman. A partir del domingo incorpora esa semana también sesiones matinales a las 10.30 y 12.30.

La colaboración con la SEMINCI se extenderá doce años más, aunque desaparece entre 1997 y 2006, volviendo de 2007 a 2012. A partir de 2013 ya no, aunque se incorporaron en ese año los CINES BROADWAY, propiedad también de FRANCISCO HERAS.

El primer fin de semana de octubre de 1986, aporta una innovación al cine en Valladolid: el cine de madrugada. Comenzó el sábado 4 con sesión a las 0.50 horas (por tanto ya domingo 5). Al año siguiente se amplía a las madrugadas del viernes. Un año después también se apuntarían a estas sesiones los CINES CASABLANCA desde sus inicios (historia que ya contaremos), y en 1988, también el MINICINE GROUCHO. A lo que tardaría más tiempo en incorporarse fue a designar un día del espectador que otras salas pusieron en marcha antes. Los MANHATTAN escogieron los miércoles.

Con el tiempo, salvo los incondicionales, el público ha ido dejando de ir al cine. Los empresarios han tenido que ir inventándose nuevos reclamos para intentar recuperar clientela. Así, los CINES MANHATTAN fueron incorporando programaciones de ópera, ballet y conciertos que se retransmiten en tiempo real desde lugares tan remotos como Nueva York o Viena, ofertas que mantiene en los CINES BROADWAY propiedad del mismo FRANCISCO HERAS (a los que dedicaremos una futura reseña). En todos ellos se ofrecen sesiones en versión original (curiosamente, si en los años ochenta mucha gente demandaba esta modalidad, hoy, que se supone tenemos más y mejor conocimiento de idiomas, los adeptos se ven obligados a ir a horarios exóticos si quieren disfrutar de la versión original, y por supuesto con presencia prácticamente nula de espectadores jóvenes). También en los 90, acogieron los ciclos de cine de la obra social de Caja Duero, antes de unirse a Caja España (teniendo libreta podías entrar gratuitamente).

 

Los CINES MANHATTAN acogieron desde el año 2015 (sesión 7) las películas del Cineclub Casablanca Valladolid, hasta el 9 de marzo de 2020 (sesión 134) en los que su actividad se suspendió por la pandemia. Una vez normalizada la situación, los MANHATTAN permanecieron cerrados mucho más tiempo, lo que nos hizo temer lo peor (las sesiones del Cineclub Casablanca se trasladaron a los CINES BROADWAY donde continúan). Afortunadamente el viernes 8 de octubre de 2021 reabren, continuando con su programación en la actualidad, lo cual es muy de agradecer porque son los únicos cines que quedan en la ciudad (MANHATTAN y BROADWAY), junto a los CASABLANCA, a los que se puede ir tranquilamente dando un paseo sin depender de coche ni centro comercial alguno, y ofrecen cierta variedad y calidad. Por otro lado, han ido incrementando las promociones y precios especiales (días a menor precio, menores de 12 años, estudiantes, personas con minusvalía, mayores de 65 años, etc.), con lo que no tiene lugar ningún tipo de excusa para no disfrutar de una buena tarde de cine.

Mi primera visita a los MANHATTAN

            A nivel personal, 1983 fue un año repleto de cambios. Último curso del instituto, examen de selectividad y comienzo en octubre de la carrera universitaria en la Facultad de Ciencias, por entonces en el Prado de la Magdalena. No obstante, procuraba siempre que no hubiera exámenes, seguir yendo los fines de semana al cine, por aquel entonces ya con la que después sería mi esposa, aunque en aquel momento todavía no estaba muy claro si éramos novios o no. En vacaciones de Navidad, estrenamos la Sala 1 de los CINES MANHATTAN con la que es probablemente, haciendo memoria, la película con la que más me he reído en una sala de cine, lo que es meritorio, porque, en general, no me gustan las comedias, y no me suelen hacer ni reír ni gracia, lo que me hace rechazarlas aún más. Entiendo que es mucho más difícil hacer reír que llorar, pero lo cierto es que me causan más efecto los dramas que las comedias. También es verdad que, en una sala de cine, uno se contagia más de las emociones colectivas (sobre todo con las risas y con las películas de terror; lo tengo comprobado).

            La película que vimos fue La vida de Brian (Monty Python's Life of Brian, Terry Jones, Reino Unido, 1979). Un primer detalle que recuerdo bien porque aún lo conservo (aunque está ya bastante deteriorado; ver imagen), fue que con la entrada nos dieron un folio con una serie de datos sobre la película. Yo no llegué a conocer los programas de mano que, según me contó mi padre, se entregaban con la entrada como reclamo publicitario de próximos estrenos en los años treinta, cuarenta y cincuenta del siglo pasado. En los mercadillos de los domingos (Plaza de Cantarranas, después Fuente Dorada y ahora frente al Estadio de fútbol) pueden aún encontrarse, además de en venta en internet. A los que nos gusta el cine, también hacemos acopio y coleccionamos todo tipo de afiches y merchandising cinematográfico, y agradecemos estos “regalos” por sencillos que sean. Este tema, el de los programas de mano, merece sin duda, un amplio repaso en una reseña concreta que algún día quizá escriba. En este caso lo que nos entregaron fue un folio compuesto por recortes de algún medio especializado, con un par de críticas de la película, además de la ficha técnica y artística de la misma, fotocopiado con muy baja calidad (la de aquellos años). Hubiera estado bien que indicara de dónde se habían tomado esos textos que, leídos en la actualidad, siguen ofreciendo una visión correcta del film, se esté o no de acuerdo con determinadas afirmaciones que plantea.

            Otro detalle que de aquella primera asistencia fue que casi nos quedamos sin entrada (aquella tarde eran numeradas) y nos tocó en las dos últimas butacas del lado de los pares, nada más entrar a la sala (las únicas que hay solo dos, al lado de la pared), números 18 y 20. Me gusta estar centrado frente a la pantalla, pero la visión desde esa esquina, siendo la película subtitulada, no fue del todo mala.

                                                                           Polémica exagerada

           El estreno de La vida de Brian en Valladolid fue el domingo 22 de marzo de 1981 en el TEATRO ZORRILLA permaneciendo 7 semanas en cartel (hasta el 3 de mayo), lo cual no era muy habitual, y menos aun proyectándose en versión original subtitulada. Prácticamente desde los primeros días, hubo críticas furibundas contra ella en los medios de comunicación. En EL NORTE DE CASTILLA, por ejemplo, se publicaron varias cartas en la sección Correo Espontáneo, de espectadores que la consideraron irreverente, sacrílega y blasfema, por ser (decían) una burla constante a la figura de Jesús y a la religión católica.

            En aquel momento no me pareció tan impía, quizá un poco gamberra (en aquella época no conocía a los MONTY PYTHON), pero sin más. A día de hoy, después de haberla visto bastantes veces, me resultan excesivas aquellas reacciones (hablaré más claro: tendenciosas). De lo que más se burlan en la película son del Imperio Romano y sus dirigentes (que si hubiera que buscar alguna analogía del mismo con la actualidad sería con el vacuo imperialismo yanqui, cuyo comportamiento actual deja en ridículo más que nunca a cualquier parodia que jamás se haya hecho de ellos; la realidad siempre supera a la ficción); de los partidos de izquierdas (algunos apodados revolucionarios, de boquilla, más bien) con su eterna división a causa de matices retorcidos e inverosímiles (que los lleva obviamente al fracaso más absoluto: el divide et vinces, de Julio César, por cierto; de nuevo la realidad supera …, etc.), y de la sociedad en general. Ya procuraron los integrantes del grupo británico no pillarse los dedos y no ridiculizar la religión (digo la religión, no los dirigentes de la misma, que como humanos, son perfectamente susceptibles de ser criticados, cosa que como también hemos observado a través de los tiempos no hace demasiada falta porque también se bastan ellos solitos para quedar en ridículo en no pocas ocasiones). Todo el argumento gira en torno a Brian, un coetáneo de Jesús (como el Judá Ben Hur de la otra película, uno en serio, el otro en cómico) que, por circunstancias inverosímiles (y por tanto risibles, cosa que parecen no pillar aquellos detractores), es confundido en varios momentos con Él (esto es más plausible, en una época donde recuerdo que no había móviles, ni medios de comunicación, sólo existía el boca-oreja, con el consabido deterioro de la información transmitida), y que para más cachondeo y que quede claro el absurdo, es rescatado en una escena por un alienígena. ¿Alguien se puede tomar en serio el argumento? Evidentemente sólo aquel que se siente ofendido por alguno de esos comportamientos surrealistas y demenciales, pero que al parecer se sienten demasiado reconocidos en ellos. En fin, que, bajo mi humilde (y quizá equivocado) punto de vista, no hay que buscar tres pies al gato.

           Aunque la canción final me resultó “familiar” en algún sentido, en 1983 no supe (y eso que aparece en la hoja que nos dieron a la entrada, pero en aquel momento no era yo tan “cinéfilo” como para escudriñar todos los créditos de las películas) que el Beatle GEORGE HARRISON andaba por aquí, incluso participando como figurante de la película (es el que aparece entre ERIC IDLE y JOHN CLEESE en la imagen que se muestra, interpretando un personaje llamado Mr. Papadopolous), además de ser productor ejecutivo de la película (o sea, uno de los que pusieron “la pasta”).


          Se podrían comentar largo y tendido muchos de los dobles sentidos de los diálogos y las situaciones, pero esto nos alargaría excesivamente este pequeño recuerdo. De todos ellos, seguramente el mantenido por un gangoso Poncio Pilato sobre su amigo Pijus Magnificus sea uno de los más jocosos (imagen de la cabecera del artículo; los figurantes que aparecen de romanos no conocían a priori el guion y tenían totalmente prohibido reírse; sus caras son todo un poema y parte de lo cómico de la escena), junto al mencionado de los partidos Frente Popular de Judea vs Frente Judaico Popular vs Frente del Pueblo Judaico vs Frente Popular del Pueblo Judaico vs Unión Popular (con sólo un integrante), el de Stan queriendo ser mujer y llamarse Loretta (nueva mención a una canción Beatle; y anticipo de la realidad en nuestro país sobre la parafernalia de indicar siempre todos los géneros: todas, todos y todes), el de lo que el Imperio Romano ha aportado al pueblo judío, o el de la lección de gramática latina y el posterior castigo de escribir cien veces “Romanos iros a casa” (imagen).

Por cierto, la letra U que vemos, es un anacronismo: apareció por primera vez alrededor del siglo XIV. Brian debería haber escrito ROMANES EVNT DOMVS. Asimismo, al igual que pasa en Ben Hur, la estrella de David que aparece en varias escenas, no se convirtió en un símbolo del judaísmo hasta la Edad Media.

La vida de Brian estuvo en los MANHATTAN en esta ocasión un mes: del 23 de diciembre de 1983 al 22 de enero de 1984. Por supuesto fue proyectada en muchas más salas de la ciudad posteriormente.

Por señalar un par más de curiosidades, el cartel anunciador de la película se “inspiró” precisamente en el cartel de Ben Hur. En la imagen podemos ver ambos. Decida el lector si aprecia muchas o pocas similitudes.

También es curioso que los seis miembros de los MONTY PYTHON encarnaron 43 personajes distintos en la película (el que se lleva la palma es MICHAEL PALIN con 12 diferentes, entre ellos el Poncio Pilato gangoso). Localizarlos todos es un buen entretenimiento para el que busque algún aliciente nuevo en la película. O tratar de distinguir los decorados que aparecieron en la también popular miniserie (que en España se estrenó en cines en dos películas; en Valladolid en el TEATRO LOPE DE VEGA) Jesús de Nazaret (Franco Zeffirelli, Reino Unido/Italia, 1977) al igual que la mayor parte de los figurantes.

En una votación popular en un canal de televisión británico fue elegida como la comedia más divertida de la historia del cine, y está dentro de las 1001 películas que hay que ver antes de morir, según el Sr. STEVEN SCHNEIDER (aunque a mi estos rankings siempre me han parecido una parida, con perdón; véase esta entrada).

Como comenté antes, desgraciadamente, los posteriores visionados de La vida de Brian, ya no me han producido el mismo efecto que aquella primera vez. Quizá la desaparición del efecto sorpresa, el no haberla visto en pantalla grande y con más público, el verla en versión doblada o que uno se va haciendo mayor, quien sabe.

 

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