048.- El Cine en tres dimensiones (Año 1983)

 

La idea de proyectar imágenes en tres dimensiones es tan antigua como el propio cinematógrafo, más incluso, ya que los artistas del Renacimiento, en sus estudios de la perspectiva, ya se plantean dibujar imágenes tan realistas que parezcan “salir del lienzo”.

Centrándonos en el cine, hubo personas trabajando en ello antes incluso de la primera proyección pública de los HERMANOS LUMIÉRE en 1895, pero no tuvieron demasiado éxito. El primer resultado más o menos cercano se debe al operador de cámara norteamericano HARRY K. FAIRALL. Su idea consistía en aplicar a una película convencional una emulsión con gelatina y proyectarla a través de un filtro de color. Este proceso iba destinado a uno de los ojos del espectador. Después, aplicaba a la película una nueva capa de gelatina a través de un filtro de color diferente, destinado al otro ojo. La película resultante, si luego se proyecta y se ve a través de gafas binoculares, con lentes de color para el ojo izquierdo y derecho, a juego con las utilizadas en el proceso anterior, proporciona una experiencia 3D simulada.

        Una imagen en 3D (también se llama estereoscópica) está formada por dos imágenes superpuestas con una separación mínima entre ellas. Con unas lentes 3D esas dos imágenes se pueden ver por separado: un ojo percibe una, y el otro la otra, haciendo que el cerebro mezcle ambas y den la sensación de tres dimensiones. El uso de filtros de colores para separar las dos imágenes se conoce como sistema anaglifo. Su principio básico, como hemos dicho, es conocido desde el siglo XV: a través de un filtro rojo, los colores verde o azul se ven como negro, mientras que utilizando un filtro verde, azul o cían, el rojo parece negro. De este modo, se mezclan dos imágenes en una foto o video y con lentes con filtros de color, se separan las imágenes y se aprecia el efecto estereoscópico. La visión humana es binocular (dos ojos) y captan dos imágenes, que al ser procesadas por el cerebro, produce la sensación de una imagen en tres dimensiones.

            La primera proyección exitosa documentada de una película en 3D tuvo lugar en Los Ángeles el 27 de septiembre de 1922: The Power of Love (Nat G. Deverich y Harry K. Fairall, EE. UU., 1922). Desgraciadamente esta película está perdida y no podemos valorar lo conseguido o no del efecto 3D. En los años 20 y 30 hubo otras muchas producciones, de diferentes nacionalidades que siguieron experimentando y tratando de perfeccionar el sistema. Hasta después de la II Guerra Mundial la industria no se volvió a preocupar del tema, sobre todo a partir de la competencia de la televisión que vaciaba las salas de espectadores.

        ARCH OBOLER, guionista, novelista, productor y director, intuyó las posibilidades que ofrecía un nuevo formato, Natural Vision, inventado por M. L. GUNZBERG, que había intentado vender a varios estudios. Consistía en proyectar a la vez dos rollos de película sincronizados. Creó así el primer largometraje estereoscópico en color, a partir de película y filtros Polaroid, Bwana, diablo de la selva (Bwana Devil, Arch Oboler y Robert Clampett, EE. UU., 1952), una de aventuras en la que la escena más espectacular simulaba que un león atacaba al público. A pesar de sus fallos de sincronización fue un éxito de taquilla. En 1953 se estrenaron 27 películas en 3D, seguidas por otras 16 al año siguiente. Entre ellas podemos recordar Los crímenes del museo de cera (House of Wax, André De Toth, EE. UU., 1953) o Crimen Perfecto (Dial M for Murder, Alfred Hitchcock, EE. UU., 1954). Cuando se ven por televisión, en formato plano, es bastante evidente cómo muchas escenas “exageran” los planos en que están filmadas para marcar lo máximo posible la tercera dimensión. Por ejemplo, en la imagen que se adjunta de ésta última, con un plano cenital que cumple varias funciones: mostrar profundidad para el 3D, informar al espectador de la disposición completa de los objetos de la habitación (aspecto muy importante en esta película), no repetir un punto de vista a lo largo de la escena que dura 22 minutos (hay 121 planos diferentes, uno distinto cada 11 segundos), etc.

            Aparte de la curiosidad inicial, similar a ver un espectáculo de feria, el público volvió a rechazar este tipo de películas como ocurrió anteriormente, no dando continuidad a esas proyecciones: la incomodidad de las gafas, cansancio y malestar visual, dolores de cabeza, mala visión si no estabas bien centrado en las butacas del cine…, unido al inconveniente de que las salas de cine precisaban de dos proyectores perfectamente sincronizados para lograr el efecto, y pocos lo podían asumir en condiciones.  

            Sin embargo, periódicamente siguieron apareciendo películas en este formato, con nuevas técnicas y algunas mejoras. Y en los años 80 del siglo pasado, nos encontramos con una coproducción hispano-italo-norteamericana que tuve la ¿suerte? de ver en el TEATRO CALDERÓN y con las célebres gafas, que por supuesto había que pagar aparte de la entrada. ¿Se puede pedir algo más? Pues sí, que la protagonista fuera ¡¡¡ ANA OBREGÓN!!!

Sucedáneos de todo tipo

             En artículos pasados ya hemos comentado que, cuando el cine norteamericano lograba un gran éxito con alguna película, aparecían todo tipo de imitaciones (malas, normalmente) que epataran al incauto desinformado. Como solían ser producciones hechas con dos duros (poco dinero; lo aclaro para los que no recuerden que era un duro), el resultado pocas veces merecía la pena (hubo notables excepciones). Italia, Alemania, España y Méjico fueron algunos de los países más aficionados a este tipo de imitaciones, aunque hubo más. Así aparecieron los spaghetti western, los peplum, mil y un tiburones, mil y un exorcistas, etc., etc.

             El director y escritor FERDINANDO BALDI (1917 – 2007) es un típico ejemplo de realizador de este tipo de películas: comienza su carrera cinematográfica con varios peplums (películas de romanos, históricas, mitológicas, medievales, etc., a la italiana), prosigue con varios spaghetti western (alguno interesante, como El clan de los ahorcados, en el que coloca a TERENCE HILL como protagonista haciendo del célebre Django; de las pocas películas no cómicas del actor), se apunta después a las auto parodias cómicas del género siguiendo la estela precisamente del dúo TERENCE HILLBUD SPENCER, y en 1981 se atreve con un extraño western en 3D: Yendo hacia ti (Comin' at Ya!, Ferdinando Baldi, Italia/España/EE. UU., 1981). El experimento tiene cierto éxito (la protagonista femenina en este caso fue VICTORIA ABRIL), lo que anima a la productora a rodar una nueva película en 3D, dos años después, cuando este sistema de proyección ya no interesaba a casi nadie. Al menos una docena de creativos y personal de producción trabajaron en ambas. Y así aparece El tesoro de las cuatro coronas (Il tesoro delle 4 corone // Treasure of the four crowns, Ferdinando Baldi, España / EE. UU. /Italia, 1983). Repite con el mismo dúo masculino de su anterior película, TONY ANTHONY y GENE QUINTANO, cambiando a VICTORIA ABRIL por ANA OBREGÓN, y añadiendo a FRANCISCO RABAL (en un breve papel, que imagino sería sólo para dar cierto prestigio a la producción) y a EMILIANO REDONDO (más demenciado que nunca, interpretando al líder de una inimaginable secta). TONY ANTHONY tuvo cierto éxito en unos spaghetti western en los años sesenta, encarnado un personaje concreto, El Extranjero, también replicando los de LEONE, pero de mucho menor calidad e interés.

            No me andaré con rodeos: se encuentra, sin ningún género de dudas, entre las películas más lamentables que yo haya visto jamás (y mira que he visto). Un absoluto dislate de principio a fin, sólo ligeramente salvable la banda sonora, por aquello de ser del genial ENNIO MORRICONE, que no me puedo explicar cómo participó en tal despropósito. Un guion infantil donde los haya (los tebeos tenían argumentos mejores), una interpretación espantosa (sobre todo del actor principal, que no me extraña fuera su última película, con gestos y expresiones de lo más esperpéntico), unos efectos especiales repetitivos que parecen haber sido realizados por alguien con alguna tara mental, insistiendo hasta la extenuación el lanzamiento de objetos hacia el espectador (supongo que la idea era que la gente en sus butacas hiciera el gesto de apartarse, que no recuerdo haberlo hecho ni sentido), unos animatronics de chiste (pero de chiste malo), un montaje desquiciado (cámara lenta sin ton ni son, zooms a lo VALERIO LAZAROV, escenas que no continúan con la previa, etc.), y esto siendo benévolo.

        La simple presentación ya denota una falta de gusto sublime: una introducción al estilo de La guerra de las galaxias (Star Wars, George Lucas, EE. UU., 1977), con la misma forma y estética, sin cortarse un pelo, de unas líneas de texto que van desplazándose de abajo arriba sobre un fondo estelar (que ya me dirán ustedes que pinta ese efecto con el argumento de la película que va sobre leyendas visigodas, fenómenos para anormales (no, no me he confundido, lo quiero decir así), sectas destructivas y demás poco originales temáticas). Los rótulos tampoco son precisamente muy elaborados: “En el Universo hay cosas que el hombre no puede esperar entender, poderes que no puede esperar poseer, fuerzas que no puede esperar controlar. Las cuatro coronas son ese tipo de cosas. A pesar de todo la búsqueda ha comenzado. Un soldado de fortuna da el primer paso. Busca una llave que desbloqueará el poder de las cuatro coronas y desencadenará un mundo donde el bien y la maldad colisionarán”. Y en el tráiler tampoco disimulan sus intenciones: “Si has visto En busca del Arca perdida, La guerra de las galaxias, Aliens y Encuentros en la tercera fase, ahora vas a experimentar una dimensión totalmente nueva en entretenimiento”.

También se sacaron de la manga algunos aspectos técnicos. Los carteles acreditaron el proceso 3-D utilizado en la película como Supervisión y Wondervision (véase el póster publicitario anterior). Ambos procesos son ficticios, no existen ni han existido jamás. El sistema de cámara que se empleó fue el Marks 3-Depix Stereospace Converter, un proceso desarrollado en la década de 1970, similar a Stereovision, con las imágenes separadas impresas en un solo cuadro una encima de la otra, llamado proceso "sobre y debajo" (Over and Under). El sistema de cámara requería un proyector complementario con una lente especial polarizada denominado 3-Depix Reverser. El resultado eran imágenes oscuras, con un color menos intenso del natural. A su favor: produce menos fatiga visual durante períodos de tiempo más prolongados. El productor y co-protagonista TONY ANTHONY desarrolló una lente de proyección de costo relativamente bajo que hizo que la película fuera comercializable para su estreno general. Hollywood recurrió al 3D como truco para resucitar secuelas y franquicias de series de películas de éxitos pasados. Lo hizo con Viernes 13 part III (1982), Jaws 3-D. El gran tiburón (1983) y El pozo del infierno 3-D (Amityville 3-D, 1983). Pero hubo muchas otras: Parasite (Charles Band, EE. UU., 1982), El hombre que nunca estuvo allí (The Man Who Wasn't There, Bruce Malmuth, EE. UU., 1983), Metalstorm (Metalstorm: The Destruction of Jared-Syn, Charles Band, EE. UU., 1983), Dogs of Hell (Worth Keeter, EE. UU., 1983), Cazador del espacio: Aventuras en la zona prohibida (Spacehunter: Adventures in the Forbidden Zone, Lamont Johnson, EE. UU./Canadá, 1983), Locura sangrienta (Silent Madness, Simon Nuchtern, EE. UU., 1984), Starchaser: La leyenda de Orin (Starchaser: The Legend of Orin, Steven Hahn, Corea del Sur/EE. UU., 1985; primera película de animación en 3D). Todas, salvo la última, bastante lamentables.

Un sistema poco innovador

EDWIN H. LAND inventó los filtros Polaroid para la fotografía en 3D, y los mostró por primera vez en enero de 1936 en Nueva York. Ese mismo año se utilizó en películas en 3D en Italia y Alemania. Las películas que usan luz polarizada no se registran en una pantalla blanca mate y, por lo tanto, requieren una pantalla plateada que refleje correctamente las imágenes separadas. Durante la proyección, las imágenes del ojo derecho e izquierdo se polarizan perpendicularmente entre sí a medida que se proyectan. Al usar anteojos especiales con lentes polarizados en sus respectivas direcciones para coincidir con la proyección, la imagen del ojo izquierdo solo puede ser vista por el ojo izquierdo ya que la polarización del lente izquierdo cancelará la proyección del ojo derecho, y viceversa con la imagen del ojo derecho.

Con la nueva caída en desgracia de las tres dimensiones en las salas de cine (al menos la tercera vez: en los años cuarenta, en los sesenta y esta vez en los ochenta), fueron los parques temáticos, encabezados por DISNEY, los que introdujeron y exhibieron los entornos de visualización en 3D más avanzados con las últimas tecnologías, así como el formato IMAX 3D. Se incorporaron también otro tipo de experiencias inmersivas para la audiencia, desde actores corriendo en el escenario y aparentemente dentro de la película hasta vibraciones en los asientos, e incluso máquinas de niebla y rociado con agua para mejorar las sensaciones, pero lo cierto es que con el tiempo este tipo de proyecciones han quedado más enmarcadas en parques de atracciones como algo puntual y “exótico”.

Sobre la película

Tras el éxito de taquilla de En busca del arca perdida (Raiders of the Lost Ark, Steven Spielberg, EE. UU., 1981), en todas partes se intentó “hacer caja” a su estela. De los innumerables títulos, recordemos algunos: Duelo en las profundidades (Mother Lode, Charlton Heston y Fraser C. Heston, EE. UU., 1982), Los aventureros del tesoro perdido (I cacciatori del cobra d'oro, Antonio Margheriti, Italia, 1982), La gran ruta hacia China (High Road to China, Brian G. Hutton, EE. UU. /Yugoslavia/Hong Kong, 1983), Los piratas de las islas salvajes (Savage Island, Ted Nicolaou, Italia/EE. UU., 1983), el díptico Tras el corazón verde (Romancing the Stone, Robert Zemeckis, EE. UU./Méjico, 1984) y La joya del Nilo (The Jewel of the Nile, Lewis Teague, EE. UU., 1985), el menos afortunado Las minas del rey Salomón (King Solomon's Mines, J. Lee Thompson, EE. UU., 1985) y Allan Quatermain y la ciudad perdida del oro (Allan Quatermain and the Lost City of Gold, Gary Nelson, EE. UU./Israel, 1986), Sky Pirates (Colin Eggleston, Australia, 1986), Jake Speed: La aventura de África (Andrew Lane, EE. UU., 1986), El río de la muerte (River of Death, Steve Carver, EE. UU., 1989), o las propias secuelas de Indiana Jones, por poner sólo unos ejemplos. El problema es que no existen demasiados HARRISON FORD, GEORGE LUCAS o STEVEN SPIELBERG, y el presupuesto tampoco era el mismo.

Para estas cuatro coronas, todo estaba mil veces visto, sólo que además mal ejecutado: una introducción de presentación del “héroe” salvando el tipo al límite, un misterio a resolver que proporcionará mucho dinero con maldición incluida, el reclutamiento de un variopinto equipo de “especialistas” a cada cual más inútil, un lugar inaccesible custodiado por monjes abducidos y guardianes con indumentaria ninja pero que no ven como deambulan cinco personas por todas partes (que además van siempre en grupo y se mueven con la agilidad de unos ancianos), unos perros de adorno,  unas alarmas que no funcionan cuando el gorro de uno de los intrusos cae sobre un suelo hipersensible al simple vuelo de una pluma, …., y un final más o menos feliz. Con decir que entre lo más salvable se encuentra ANA OBREGÓN, en sus mejores años, eso sí, está dicho todo.

Mucho más interés suscita intentar averiguar las localizaciones del rodaje, que se identifican con facilidad: las calles más conocidas de Madrid, el castillo de Belmonte (Cuenca), la villa de Pedraza (Segovia), la Cartuja de Talamanca de Jarama (Madrid) y otros lugares de Castilla-La Mancha. Se estrenó en nuestro país el jueves 26 de mayo de 1983 (en EE. UU. lo había hecho el 21 de enero), a Valladolid llegó en agosto del mismo año permaneciendo tres semanas en cartel (22 días exactamente: del 12 de agosto al 2 de septiembre).

El fracaso de esta película provocó la paralización de un nuevo proyecto de ciencia ficción en 3D titulado Seeing is Believing en el estuvo involucrado el propio Tony Anthony.

3 – D por televisión

Al poco tiempo de ver El tesoro de las cuatro coronas, TVE anunciaba que iba a proyectar de forma experimental una película en tres dimensiones: la película Fort Ti (William Castle, EE. UU., 1953), el primer western en 3D que había producido Columbia Pictures, intensificando la publicidad durante las Navidades de 1983. Se avisaba de la necesidad de tener unas gafas “especiales”, que vendían en quioscos y grandes almacenes. Al precio de 125 pesetas se adquiría un pack de tres gafas (la empresa catalana Promoworld llegó a vender un millón y medio de unidades). Mucho, viendo la “alta tecnología” de las gafas (con papel celofán, rojo para un ojo, y azul para el otro), optaron por fabricárselas ellos mismos.

El 6 de enero de 1984, día de Reyes, TVE la emite finalmente a las 13:45 por su primera cadena. Fiasco total a pesar de la expectación creada. A duras penas se apreciaba el más mínimo relieve, e incluso más que en color, aquello aparecía de un verduzco-rojizo totalmente desincronizado. Ni siquiera su argumento atraía para nada. Estaría por ver si alguien la vio entera. Aquella emisión fue tan comentada que incluso ha sido escenificada por la familia Alcántara en la popular serie Cuéntame cómo pasó, en su temporada décimo-séptima (ver imagen).

El caso es que TVE podía haberse ahorrado el ridículo: en octubre de 1982, esta misma película fue proyectada por la cadena ITV del Reino Unido en 3-D. Allí las gafas se distribuyeron gratis con una revista (aunque también podían comprarse en algunas tiendas), y el resultado tampoco fue demasiado bueno.

Por cierto, Fort Ti (el título de la película) era la forma abreviada de referirse al Fuerte Ticonderoga.

 

(Publicado el  6 - 10 - 2023)

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