010.- El Cid, una historia cercana (I) (Año 1975)

 


          Desde que recuerdo, me han llamado la atención los castillos. Aventuro a continuación las posibles razones de ello.

        En 1972 se reedita uno de los cuadernos gráficos más longevos e influyentes de la historieta española, el serial del dibujante vallisoletano MANUEL GAGO, El Guerrero del Antifaz. Era una reedición a todo color del célebre personaje nacido en octubre de 1943 que duró hasta 1966 (668 cuadernillos apaisados). Empecé la colección porque mi padre recordaba haberla leído siendo un chiquillo. En aquellos años de penurias, los niños leían estos tebeos, pero no los guardaban, sino que los intercambiaban tanto entre ellos como con los quioscos.

Con el tiempo, y tras la lectura de varios estudios sobre el personaje (en nuestra ciudad contamos, por cierto, con uno de los mayores especialistas en la obra de GAGO, sino el que más, autor de varios volúmenes sobre el personaje y editor de Cuadernos de la Historieta Española), uno descubre que, a pesar de publicarse a todo color, con unas formidables portadas inéditas, se suavizó (en realidad, censuró) la violencia de los guiones de los años cuarenta (lo cual no deja de ser llamativo; lo contrario hubiera sido lo lógico a estas alturas de los setenta), se eliminaron viñetas, etc. La serie remontada ocuparía en esta ocasión 343 números (en la imagen, portada del primer fascículo de esta nueva edición), finalizando en 1978. Entonces, dado el éxito, se continuaron las peripecias del personaje con unas Nuevas Aventuras (110 números más), en las que GAGO cambia la orientación de los guiones, adaptándolos a las modas (más sensualidad, más violencia, inclusión de anacronismos como robots, etc.), terminando bruscamente cuando su autor fallece en 1980. En resumidas cuentas, desde los seis hasta los quince años, las aventuras medievales estuvieron presentes en mi tiempo de ocio (y no sólo con estos tebeos, sino con alguno más, y con películas y series ambientadas en el mismo periodo de la historia que emitían por televisión).

     No debemos tampoco olvidar que nuestra provincia y región mantienen un importante patrimonio de fortalezas, y que, con solo salir de casa y dar la vuelta a la calle, los chicos del BARRIO DE LAS DELICIAS teníamos el castillo de la finca de CANTERAC, donde jugábamos y, supongo, imaginábamos las más insospechadas peripecias. Y por supuesto, cuando apareció el Exin Castillos, los Reyes Magos me lo trajeron (aunque aparece en 1968, calculo que yo lo tuve en torno a 1971, aproximadamente; juguete que por cierto aún conservo, y que sigue contando en la actualidad con seguidores, coleccionistas, reediciones y nuevos modelos).

            Obviamente, con estas premisas, cuando el viernes 9 de mayo de 1975 el CINE DELICIAS (recordemos que estaba situado en la calle Carmelo número 5, y yo vivía en el número 1) programa El Cid (El Cid, Anthony Mann, EE. UU., 1961), era obvio que tenía que verla. Compruebo en EL NORTE DE CASTILLA que ¡¡era programa doble, a pesar de que El Cid dura en torno a las tres horas!! No recuerdo absolutamente nada del western que la acompañaba; seguramente, al ir con mi padre (véase en la publicidad que era mayores de 14 años y menores acompañados, y yo sólo tenía diez años), tendría suficiente con una película. En cambio, recuerdo vívidamente esa primera vez que vi El Cid en pantalla grande (volvería a verla una vez más en pantalla grande, en la versión ya restaurada por MARTIN SCORSESE; y por supuesto, muchas más en sus pases por televisión y en DVD, pero, sinceramente, es de esas películas que nada tienen que ver vistas en "miniatura" respecto a cómo fueron concebidas).

Evidentemente en aquel momento yo no conocía demasiado sobre el verdadero RODRIGO DÍAZ DE VIVAR, de modo que acepté a pie juntillas todo lo que se mostraba en la pantalla. Ya hablaremos en otra reseña acerca de lo veraz y de lo inventado de su argumento.

De lo que no hay ninguna duda es de la espectacularidad de las imágenes, y de la épica que saben transmitir como nadie los norteamericanos a sus productos. Por supuesto, destaca por encima de cualquier otro su protagonista, actor que se especializó en encarnar un montón de personajes históricos, gracias, entre otras virtudes, a su talle y corpulencia. Yo ya lo conocía de otra película que había visto por televisión unas vacaciones de Navidad. Concretamente, el lunes 23 de diciembre de 1974, a las 17:20 de la tarde, la primera cadena de televisión española (la segunda cadena, aunque conseguimos verla alguna vez en aquel entrañable Telefunken, y aunque en mi casa se probó incorporar un sintonizador externo, y otras alternativas que sacaban en aquellos años, señal de que casi nadie lograba verla, la realidad fue que únicamente se captaba sin problemas una única cadena) ofrecía un programa titulado Especial Vacaciones (justo antes de un Avance informativo de cinco minutos, después del cual, a las 19:00, aparecía Un globo, dos globos, tres globos). Ese Especial Vacaciones consistía en una película (de aventuras, o del Oeste, etc.) y aquel día programaron Cuando ruge la marabunta (The Naked Jungle, Byron Haskin, EE. UU., 1954). Curiosamente, en salas comerciales, la calificación de esa película años antes había sido de “mayores de 18 años”, pero quizá porque el Régimen ya se estaba relajando, quizá porque los responsables de TVE sólo se quedaron con la peripecia de las hormigas, o vaya usted a saber la razón, lo cierto es que su argumento contiene, sus diálogos, sobre todo, momentos realmente inolvidables (quien se la conozca de memoria como yo, ya sabrá a que me refiero: piano, esposa por poderes, etc.), pero quizá no recomendables para menores (además de que pueden resultarles aburridos e incomprensibles), y escenas con ciertas dosis de violencia (no precisamente física, sino de otro tipo, más sutil y dura). Sin embargo, aquellas contadas y emocionantes escenas del último tercio del metraje, compensaban todo lo anterior a pesar de que las viéramos a blanco y negro en aquel momento.

            Aquellas películas espectaculares (cada vez que aparecía CHARLTON HESTON, la cosa siempre devenía en acción, épica y grandiosidad) determinaron que intentara no perderme ni una sola de las protagonizadas por dicho actor. Y por supuesto, siempre que fuera posible, en pantalla gigante. Recordaré unas cuantas de ellas en otras entregas futuras seguramente. Y debo añadir que casi nunca me defraudaron (hoy, mucho más crítico que entonces, debo puntualizar algunos detalles de algunas de ellas, pero no demasiados ciertamente).

            En 1980, cursando 1º de BUP, teníamos una asignatura llamada Historia del Arte y las civilizaciones (allí aprendimos los fundamentos de los estilos arquitectónicos, ya saben, románico, gótico, etc., que, al menos a mí, me mostraron que no todo lo que vemos en nuestras calles, pueblos, monumentos, son piedras sin más). Una excursión casi al final de curso nos llevó a Wamba, Torrelobatón, San Cebrián de Mazote, Urueña, La Santa Espina y Medina de Rioseco. En Torrelobatón entramos en el castillo (no esperábamos encontrarnos con un enorme depósito de cereal) y subimos a lo alto de la torre del homenaje. Había que tener cuidado porque en aquella época no reunía las medidas de seguridad aconsejables, pero la vista desde arriba era (y sigue siendo) espectacular. Y allí recuerdo que se comentó la presencia del equipo de rodaje de El Cid. El caso es que, a los pocos días, no sé a cuento de qué, vi unas rancias imágenes del No-Do en televisión en las que aparecían CHARLTON HESTON, MENÉNDEZ PIDAL y autoridades en el pueblo. Gracias a internet podemos recordarlas aquí (minuto 3:48).

            Mi interés y relación con esta película, habiéndose rodado escenas tan cerca, no acaba obviamente aquí, de modo que

CONTINUARÁ….

 

(Publicado el 11 - 11 - 2019)

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